El
problema del Perdón
Por
Mauricio
Weintraub
Según
la mayoría de los autores de la llamada psicología new age, el movimiento
saludable de los hijos ya adultos hacia los padres que han cometido actos que
provocaron dolor, es perdonarlos. Se incluyen, como argumentos de este perdón,
la (aparente) comprensión relacionada con que los padres hicieron lo mejor que
pudieron, que no tenían más para dar porque no tenían más para ellos mismos y
que, en definitiva, fue su Ignorancia y no su maldad la que ocasionó esas
acciones.
Esta
postura surge, de alguna manera, en respuesta a psicologías anteriores
(psicoanálisis clásico, fundamentalmente) que bregaban por el “matar” a los padres como condición
indispensable para la adultez. También
surge como respuesta a largos tratamientos, también fundamentalmente
psicoanalíticos, en los cuales se veía una y mil veces que las neurosis adultas
habían sido generadas por los padres allá lejos y hace tiempo, perpetuando de
esta manera la culpabilización de estos padres y, consecuentemente, el estado
infantil del paciente ya adulto
En este
sentido considero que, la búsqueda new age de trascender esta culpabilización
parental y la inevitable atadura que esto conllevaba, es loable y digna de reconocimiento, aunque por supuesto no es original.
Sin
embargo, considero que la psicología new age adolece aquí de lo que en general,
en mi opinión, adolece en todo su recorrido teórico: un conocimiento más
profundo de la psiquis humana y la comprensión de que las emociones displacenteras
neuróticas (mal llamadas negativas) fundamentalmente dolor o tristeza[1] y enojo[2] no se van ni se
disuelven desde la voluntad o desde ejercicios conductuales sino mirando
amorosa y respetuosamente su verdadera realidad y comprendiendo el error de su
búsqueda amorosa.
El
Perdón
Dentro
de este contexto surge el tema del Perdón; tema que considero fundamental ya
que encuentro allí no solo esta carencia de fundamento sino además un error
conceptual en lo referido a la actitud que la new age defiende.
En este
sentido, considero que la idea de perdonar a los padres es una idea equivocada
y que, aunque aparezca revestida de amplitud y respeto, deja en las sombras dos
emociones fundamentales: el Enojo y el Dolor y, por lo tanto, poco contribuye
al acercamiento interno a sus padres que el sujeto necesita para recorrer el
proceso hacia una mayor sanación salud psíquica y emocional.
Intentaremos
ingresar en una mayor comprensión de lo que significa el acto de perdonar con
la confianza en que esta mayor comprensión nos permita ver también una mayor
verdad y sus consecuencias.
Los elementos del Perdón
Si
observamos detenidamente el proceso de perdonar
nos daremos cuenta de que el mismo está constituido por tres elementos:
-
Un perdonador
-
Un perdonado
-
Un hecho llevado a cabo por el perdonado que produjo dolor al
perdonador
Así, el
perdonador perdona al perdonado por haber llevado a cabo un hecho que le ha
producido dolor.
Ahora
bien ¿cuáles son los procesos internos que el perdonador lleva a cabo para
poder perdonar?
Las tres soberbias del
Perdonador
En
primer lugar, el perdonador pasa de una experiencia subjetiva (el dolor y el enojo) a
una evaluación que pretende ser objetiva (el juicio de este hecho como algo
negativo).
En
la mirada del perdonador hay, necesariamente, un juicio acerca de la validez o
no del hecho en cuestión. Cuando hablamos de “validez o no” nos referimos aquí
a la idea de que el acto fue positivo o negativo o que pertenece al grupo de actos buenos o de actos malos.
De
esta manera, el perdonador se adjudica un saber
superior acerca de lo que es bueno y lo que no lo es en lo referido a aquello
que perdona. Así, como puede observarse, quien perdona considera negativo aquel
acto por el cual debe perdonar y, por lo tanto, se considera a sí mismo como
poseedor de un saber referido a qué acto hubiera sido bueno en lugar de aquel.
En
este sentido es importante comprender que, todo perdonador, dice de alguna u
otra manera a su perdonado: “Así, como actuaste, está mal; deberías
haber actuado de esta otra manera (como yo considero bueno actuar)”.
Evidentemente,
si no hubiera una “otra manera” en la mente del perdonador, no se produciría el
hecho de perdonar. Nadie perdona si no cree saber cómo debería haber actuado el
perdonado más allá de lo consciente o no que se sea con respecto a este saber.
Como
se observará entonces, el perdón incluye necesariamente un juicio negativo
referido a aquello que se perdona e incluye entonces un creerse poseedor de un
saber mayor por parte del perdonador.
En
este sentido tenemos aquí el primer acto de soberbia del perdonador: creer
saber lo que hubiera sido bueno y situarse así, en el terreno del saber, por
encima del perdonado.
En
segundo lugar, el perdonador se considera con una estatura humana superior al
perdonado solo a partir de la cual puede perdonarlo.
Este
punto es similar al anterior aunque no está referido al saber sino más bien al
ser. En este sentido, el perdonador se considera a sí mismo como poseedor de un
mayor nivel del ser con relación al
perdonado. Para decirlo en otras palabras, en relación con aquello que está
perdonando, se considera mejor persona
o, simplemente, más bueno que el perdonado.
Digamos
que, en este punto, el perdonador no solo dice, como en el punto anterior, “Así,
como actuaste, está mal; deberías haber actuado de esta otra manera” sino
que va un paso más allá y dice “Fuiste malo al actuar así (al menos en
lo referido al acto puntual), una
persona buena actuaría de esta otra manera (como yo considero bueno actuar)”
Este
punto es complejo y, en general, el perdonador no suele reconocer (se) de esta
manera. Hablamos aquí de cierto lugar ético/moral en el cual el perdonador se
ubica a sí mismo con relación al perdonado y sólo desde el cual es posible
perdonar. En este sentido es importante comprender que solo se puede perdonar
desde este lugar ético/moral superior ya que el perdón es algo que se da
justamente desde arriba hacia abajo,
desde quien posee esta estatura ética/moral hacia quien no la posee.
Para
decirlo de otra manera, no existe en nuestro concepto del perdón la posibilidad
de que, por ejemplo, un asesino perdone a un santo; solo puede ser a la inversa[3].
Tenemos
entonces el segundo acto de soberbia del perdonador: creer tener una estatura
ética/moral superior (o simplemente ser mejor
persona, al menos en aquel aspecto en el cual perdona) que el perdonado.
En
tercer lugar, el perdonador se considera con un poder superior al perdonado.
Perdonar
es devolver al otro un lugar perdido. Es devolverlo al nivel en el que se
encontraba antes de cometer el hecho por el cual es perdonado.
Ahora
bien ¿quién puede devolver a otro a un lugar que ha perdido? Evidentemente
quien tiene el poder de hacerlo. Este poder no lo tiene el perdonado, ya que si
lo tuviera no necesitaría del perdonador para recuperar el lugar que ha
perdido. Desde la perspectiva del vínculo perdonador/perdonado, este poder lo
tiene solo el perdonador.
En
este sentido, en el acto de perdonar el perdonador redime al perdonado y lo
devuelve al lugar que ha perdido, es decir lo autoriza nuevamente a pertenecer.
Así,
desde esta perspectiva, el perdonador no solo dice al perdonado: “Así,
como actuaste, está mal; deberías haber actuado de esta otra manera” y “Fuiste
malo al actuar así (al menos en
lo referido al acto puntual), una
persona buena actuaría de esta otra manera“ Sino también “Por haber actuado de esta manera
has perdido tu lugar, un lugar que solo yo puedo devolverte; y te devuelvo”
Tenemos
entonces el tercer acto de soberbia del perdonador: creer tener un poder
superior que el perdonado.
El
comprender estos tres tipos de soberbia del perdonador ya de por sí nos permite
observar con mayor profundidad lo que en realidad sucede en esta dinámica y la
manera en la que el perdonador se sitúa con respecto al perdonado.
Sin
embargo intentaremos a continuación ir un paso más allá y para ello partiremos
de una pregunta propia de Bert Hellinger y las Constelaciones Familiares
Esta
pregunta es ¿Quién es el excluido dentro de la psicología new age?
Dos supuestos básicos de la
psicología new age
En
líneas generales la psicología new age excluye tres emociones básicas: El
Enojo, el Dolor y el Miedo. Excluir no significa no mencionar sino no poder
mirar con amor, con respeto. No poder honrar.
Toda
la psicología new age es un intento por huir de estas emociones expresado bajo
una ideología que parte de dos supuestos básicos:
-
El mundo es un lugar de luz (es decir, que excluye las emociones
displacenteras)
-
La voluntad todo lo puede.
Disiento
con ambos supuestos y los considero peligrosos para un proceso terapéutico.
Ahora
bien, hay un personaje que expresa lo contrario a estos supuestos. Un personaje
cuyas emociones son justamente aquellas que la psicología new age excluye:
Fundamentalmente el Enojo y el Dolor, aunque también el Miedo. Un personaje que
no puede, aunque desee, dejar de experimentar estas emociones y no puede,
aunque desee, dejar de habitar una situación de maltrato.
¿Quién
es este personaje? La víctima
La Víctima
Dentro
de la psicología new age, el lugar de víctima suele ser rechazado y visto como
fuente de sufrimiento. Así, cuando un sujeto adulto ocupa ese lugar la
psicología new age suele instarlo de diferentes maneras a correrse de allí.
Coincido
esencialmente con la idea de que el lugar de víctima retarda o directamente
detiene el crecimiento y que, en este sentido, la tarea del terapeuta es ayudar
al sujeto a trascender ese lugar y adoptar un lugar más saludable para sí
mismo.
Sin
embargo ¿De qué manera? ¿A partir de qué concepción teórica? ¿Cómo consecuencia
de qué movimiento?
La
psicología new age lucha contra la Víctima. Y lo excluye, es decir, no lo mira
con amor.
Ahora
bien, en la relación entre un adulto maltratador y un niño maltratado, este
último es efectivamente una víctima ya que experimenta
dolor, enojo y miedo ante el maltrato recibido y no puede dejar de experimentarlo debido a la diferencia de poder que
existe entre el adulto y él.
Lógicamente,
cuando el niño crece y se transforma en un adulto, deja de ser impotente y
comienza a tener poder y, por lo tanto, en lo fáctico deja de ser víctima. Sin
embargo, si este dolor, enojo y miedo no han sido sanados y, en definitiva,
este niño no ha sido atendido y curado permanece en el interior del sujeto con
una herida abierta y una edad cristalizada. Esto significa que, más allá de la
edad cronológica que tenga el sujeto, dentro de él habita un niño que sigue
teniendo la misma edad en la que se sintió no atendido y no mirado
amorosamente.
Este
punto de extraordinaria importancia es pasado por alto por la psicología new
age bajo el presupuesto de que el sujeto decide
ponerse en el lugar de víctima y, por lo tanto, puede decidir salir de ese lugar. La psicología new age no
comprende que, si bien es cierto que el lugar de víctima es una decisión del sujeto, esta decisión solo puede trabajarse como tal
cuando se han trabajado todas las otras cuestiones que tienen que ver con el
niño herido que el sujeto lleva en su interior. Recién cuando este niño herido
es mirado amorosamente y atendido, puede trabajarse la decisión del sujeto de soltar el lugar de la víctima[4].
De
esta manera, la psicología new age se saltea un paso fundamental en el proceso
de crecimiento y le propone al niño herido (en el cuerpo de un adulto) que se
comporte como el adulto que aún no es.
Ahora
bien ¿De qué manera se da esto?
La Víctima como la sombra del
Perdonador
Personalmente
considero que, cuando la psicología new age le propone al sujeto ya adulto que
perdone al agresor (en general los padres) por haberlo agredido cuando era un
niño, cristaliza al sujeto en aquella instancia infantil y le propone en
realidad que esconda sus sentimientos de enojo, dolor y miedo bajo una fachada
de crecimiento espiritual. Es decir, no escucha verdaderamente al niño que
sufre bajo el enojo, el miedo y el dolor
y le propone, digámoslo así, que pase a la categoría de elevado
espiritual sin haber pasado por la adultez. Vemos así en la clínica y en la
vida, a innumerable cantidad de personas que no solo continúan sufriendo como
aquel niño que han sido sino que además ahora niegan que estén sufriendo o, lo
que es peor, se culpan por hacerlo.
Para
decirlo en otras palabras, cuando la psicología new age le propone al
sujeto que deje de ser una víctima y pase a ser un perdonador lo insta a
ocultar sus emociones displacenteras y a cristalizarse en aquella edad en la
que no fue mirado amorosamente.
Lo
que se da entonces no es un proceso de sanación del dolor sino de ocultamiento
del dolor. El sujeto, en su afán por dejar atrás aquello que duele se embarca
así en una búsqueda iatrogénica, creyendo que a partir de la decisión de dejar de ser una víctima es
posible construir una identidad diferente. Sin embargo, el dolor de ese niño
que verdaderamente fue una víctima (o al menos esa ha sido su vivencia) no
puede sanarse desde la voluntad sino desde los dos procesos comunes a la
sanación de todo dolor: la comprensión y el amor. Cuando esto no ocurre, aquel
niño/víctima comienza a ocultarse bajo la fachada del perdonador siendo este
ocultamiento no solo hacia afuera sino hacia la propia conciencia del sujeto.
De esta misma manera, y al igual que el dolor y el miedo, el enojo del
niño/víctima puede recorrer dos caminos posibles: O se oculta y se acumula
hasta explotar en situaciones relativamente cotidianas o se vuelve contra el
sujeto mismo en forma de culpa. Cuando esto último ocurre, el sujeto se percibe
a sí mismo como culpable de no poder amar y perdonar a quien le ha hecho un
daño, tanto en el pasado como en el presente. En general la culpa (es decir, el
enojo contra sí mismo) aumenta y así encontramos a un sujeto que, en la
superficie, es amoroso con todos menos consigo mismo, lo que evidentemente no
es posible.
De
esta manera, la víctima se ha vestido de una manera más aceptable (a los ojos
de la psicología new age), se ha vestido de perdonador. Es por ello que decimos
que el perdonador es la víctima que se ha socializado para ser aceptado (por la
psicología new age).
Cuando
se comienza a trabajar desde otra perspectiva con un sujeto que ha recorrido
este camino, lentamente se va descubriendo de qué forma tras esa fachada de
aparente iluminación habitan intactos el mismo dolor, enojo y resentimiento que
el sujeto experimentaba siendo pequeño al igual que la misma profunda necesidad
de ser mirado amorosamente y valorado.
Cuando
durante el proceso se consigue mirar amorosa y respetuosamente estas emociones
displacenteras, darles un lugar, comprender su derecho a estar allí y de qué
manera se encuentran desplazadas en el presente, se observa como estas mismas
emociones, al sentirse respetadas y miradas amorosamente, ocupan su lugar en la
historia y en el presente del sujeto pero paulatinamente dejan de invadir otras
zonas y otras escenas. De esta manera, el hecho de comprender que el miedo, el
dolor y el enojo tienen derecho a estar y el darles un lugar permite que estas
emociones no tomen todo el lugar.
En
este sentido considero que la psicología new age adolece de conocimientos
básicos en lo que respecta al funcionamiento psíquico de un sujeto y, más allá
de las buenas intenciones que la impulsan, es fundamentalmente este
desconocimiento lo que impide que su primer momento de ayuda se extienda y
profundice.
La
confusión en considerar emociones negativas a las emociones displacenteras y la
consecuente intención de desterrar del sujeto estas emociones, la confusión en
considerar a la voluntad como condición suficiente de todo cambio en lugar de
comprender su condición necesaria[5],
la idea de que la vida debe ser solo luminosa y otras características que no
son el objeto de este artículo son, en mi opinión, iatrogénicas para el sujeto
y, lejos de ayudarlo a crecer hacia el amor y respeto por sí
mismo y por el otro, lo eternizan en un estadio infantil en el cual el sujeto
no solo se perpetúa en el miedo, el dolor y en el enojo sino que se oculta a sí
mismo estas emociones.
Considero
que es nuestra función, de los ayudadores, el acompañar al sujeto hacia una
paulatina comprensión y aceptación de su propio y verdadero ser y que en este
camino el habitar las emociones, sean estas placenteras o displacenteras, es
ineludible.
Mauricio Weintraub
es Músico (egresado del Conservatorio Nacional “Carlos López Buchardo”) y
Lic. en Psicología (egresado de la Universidad de Flores).
Como músico ha dirigido las más importantes
orquestas de nuestro país. Actualmente es el director general del Proyecto
Encuentro perteneciente al Collegium Musicum de Buenos Aires.
Se especializa en la
problemática del miedo escénico desde 2002 dictando cursos y masterclasses en
todo el país y en el exterior. Es autor de los libros “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” y “El Sentido del Miedo Escénico”, ambos editados por Claves
Musicales y que se han vendido en 10 países de América y España. Entre 2006 y
2011 ha tenido a su cargo la materia “Miedo en el Escenario” en el profesorado
de música del Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, primera cátedra
destinada a trabajar esta problemática en un conservatorio oficial. Actualmente
es el director de la Formación en Miedo Escénico de la Universidad de Flores,
primer espacio destinado a formar docentes de música que se dediquen a trabajar
esta problemática con sus alumnos.
Es docente de las materias
Psicología General I y II en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Flores.
Actualmente su actividad se
divide en tres espacios: la dirección orquestal y enseñanza musical, las clases
y cursos dirigidos a trabajar la problemática del miedo escénico y la atención
de pacientes como psicólogo clínico.
[1] En este artículo utilizaremos los términos “dolor” y “tristeza”
como sinónimos y los emplearemos de manera indistinta.
[2] No se afirma aquí que el dolor y el enojo sean emociones neuróticas
sino que en este artículo nos referiremos al dolor y enojo neuróticos. En este
sentido lo neurótico tiene que ver con el hecho de que se encuentran
desplazadas, es decir que el objeto que las produce no se encuentra ni aquí ni
ahora sino allá y entonces, aunque el sujeto crea lo contrario. Como se podrá
ver en la segunda parte de este artículo la confusión de la psicología new age
surge como consecuencia de considerar que todo el dolor del sujeto es neurótico
y no comprender que, detrás del dolor neurótico, se encuentra el dolor real (no
neurótico y saludable).
[3] Si
existiera esa posibilidad sería solo en un acto puntual en el que el santo
tuviera menos estatura ética/moral
que el asesino.
[4] Para
decirlo en otras palabras: Solo cuando estoy seguro de poder comer puedo
trabajar mi decisión de solo
preocuparme por la comida
[5] Llamamos
Condición Suficiente de un fenómeno aquella cuya presencia determina la
presencia del fenómeno (Si la Condición Suficiente está, entonces el fenómeno
está); mientras que llamamos Condición Necesaria de un fenómeno aquella cuya
ausencia determina la ausencia del fenómeno (Si la Condición Necesaria no está,
entonces el fenómeno no está).
Un
ejemplo sería: Las gotas de agua son Condición Necesaria de la lluvia, sin
embargo no son condición suficiente ya que podría haber gotas de agua pero
estas podrían provenir, por ejemplo, de una manguera.
Otro
ejemplo pero a la inversa sería: Que Juan esté conmigo sería Condición Suficiente
para que yo esté acompañado, pero no sería Condición Necesaria ya que Juan
podría no estar y yo estar acompañado por Pedro.
De
la misma manera la Voluntad es Condición Necesaria para el cambio (Si no hay
voluntad, no puede haber cambio, al menos profundo y duradero) pero no
Condición Suficiente (Si hay Voluntad pero no hay Conocimiento, Conciencia,
Perseverancia y otras capacidades es probable que el cambio no pueda
producirse, al menos de una manera profunda y duradera).
No hay comentarios:
Publicar un comentario