viernes, 12 de julio de 2013

Cómo se trabajan las Constelaciones Familiares

Como se trabajan las constelaciones familiares


  1. EL TERAPEUTA
  1. incluye a todos y agradece la participación
  2.  diferenciar los tipos de participantes (visitantes, estudiantes y pacientes). Tomar en cuenta a todos y darles la consigna para ubicarse en el grupo.
  3. La participación es vivencial y no es posible solamente observar porque el trabajo produce emociones en todos, no solamente en los pacientes.
  4. agradecer la disposición de prestarse como representante. Darse cuenta de que es un privilegio.
  5.  Las intervenciones del terapeuta con respecto a la solución no son instrucciones para el futuro comportamiento.
           A veces la interrupción es una intervención.
            El terapeuta reemplaza al representante cuando le parece adecuado.

2.    LOS PACIENTES

  1. indicaciones para hacer una constelación:  hechos. Presentar el tema en un titulo, o no mas de tres frases
  2. Son asuntos serios. Su pedido tiene fuerza? Es por curiosidad? Se conecta con el terapeuta y con sus preguntas? Acepta las indicaciones?
  3. Actitud adecuada: estar dispuesto a encontrarse con imágenes inesperadas. Soltar las explicaciones preferidas que no han llevado a una solución adecuada hasta ahora.
  4. La Constelación no puede resolver todos los problemas ni cura todo. La Constelación es un impulso hacia la sanación y tiene su efecto en el correr del tiempo. Paciencia y tiempo .

  1. EL GRUPO
a.     diferenciar los tipos de participantes (visitantes, estudiantes y pacientes). Tomar en cuenta a todos y darles la consigna para ubicarse en el grupo. La participación es vivencial y no es posible solamente observar porque el trabajo produce emociones en todos, no solamente en los pacientes. Agradecer la participación.
b.      no interrumpir la Constelación con preguntas o comentarios. Con posteridad al trabajo no interferir en el proceso del paciente: no consolar, preguntar o analizar, para no molestar el movimiento interno del alma.

  1. LOS REPRESENTANTES 
  1. no tienen que hacer nada.
  2. liberarse de cualquier censura y también del intento de ‘ayudar’ al paciente.
  3.  Dejar que surjan sentimientos y sensaciones corporales y comunicarlos al terapeuta cuando le sea pedido sin miedo y sin prejuicio.
  4.  Soltar cualquier intención excepto la de percibir el proceso interior.
  5.  De acuerdo a la indicación del terapeuta seguir sus impulsos.
  6.  Después de la Constelación salir del lugar representado.


Los hechos a considerar en una constelación:
(Estas preguntas pueden ayudar y orientar al terapeuta, son posibles, pero no necesarios en todos los casos)

¿Quiénes pertenecen a la familia de origen (incluyendo los abuelos) o actual?
¿Hubo parejas anteriores (propias o de sus padres o abuelos)?
¿Hay hijos naturales de parte de su marido/esposa, de sus padres (a veces de los abuelos), y tiene contacto con ellos?
¿Hay hijos adoptados y si es así, lo saben o tienen contacto con sus padres biológicos?
¿Hubo hijos muertos a temprana edad en la familia de origen o actual? ¿Se habla de estos hijos?
¿Hubo abortos espontáneos o provocados?
¿Perdió alguien su pareja, padre, madre a temprana edad (también debe tomarse en cuenta la generación de los abuelos)?
¿Murió una madre en el parto?
¿Hubo separaciones a temprana edad (estadía en el hospital, separaciones por viajes largos, etc.)
¿Hubo personas excluidas en la familia, y si sí, quién tiene contacto todavía con estas personas?
¿Hubo enfermedades graves en la familia? ¿Cuáles?
¿Hubo miembros en la familia con enfermedades mentales?
¿Hubo suicidios o tendencia suicida?
¿Hubo otros hechos graves como perdidas importantes de bienes, herencias? ¿Hubo delincuentes, robos?
¿Hubo participación en guerras o actividades similares?
¿Hubo asesinados?
¿Hay tendencias hacia alcohol, drogas?
¿Hubo cambios de religiones?
¿Hay curas en la familia o religiosos que fueron al monasterio?

EL PROCEDIMIENTO

  • Comenzar con pocos representantes. Al incluir demasiadas personas, se crea una imagen confusa. Además pueden surgir dinámicas de los integrantes de la familia que no están presentes.
  • Ampliar el marco según la necesidad y agregar las personas que faltan.
  • Si hay demasiadas personas, reducir.
  • Si un representante no tiene ningún efecto sobre los demás, se puede retirar de la Constelación.
  • Rogar al paciente centrarse en la imagen interiorizada del sistema pero no en una imagen pensada.
  • Fijarse si el paciente toca a cada representante y lo lleva a su lugar. Si no lo hace, no está concentrado. Pedir que se centre. Si no, puede interrumpir la Constelación.
  • No crear esculturas o dar informaciones detalladas con respecto a la posición, ademanes, expresiones.
  • Una vez configurada la Constelación, repetir quién de los participantes representa a quién.
  • Atención: si tarda demasiado o si es obvio que la persona no está centrada (se mueve demasiado rápido), si configura obedeciendo a un esquema preconcebido, o si olvida una persona importante, hay que mencionarlo y si no cambia su actitud, se puede interrumpir la Constelación.

La actitud del terapeuta o coordinador

  • el  terapeuta se centra y libera de cualquier censura y de sus propias intenciones.
  • observar como están los representantes posicionados en el espacio, quién está relacionado con quién y de qué manera (miradas, posturas, señales de comunicación no - verbal).
  • prestar atención a los representantes que tienen reacciones fuertes (si es necesario, sacarlos del lugar y buscarles un lugar “seguro”).
  • observar las reacciones de los representantes (cuerpo, cara, ojos, respiración, movimientos).
  • observar las reacciones del paciente cuando observa la Constelación.
  • fijarse si algún miembro del sistema está excluido y ocuparse de él (incluirlo).
  • distinguir entre comentarios útiles (de los representantes) y aquellos que no encajan en la dinámica.
  • confiar en la percepción de los representantes centrados aunque no los entienda y en los movimientos lentos del alma.
  • mover representantes en función de ordenar el sistema y observar o preguntar por los diversos estados en los diferentes lugares.
  •  Interrumpir  en cuanto se ve que la intención del protagonista no es seria, si faltan informaciones importantes o percibe un secreto, si no ve ninguna solución, si el grupo no está serio y centrado, si baja de forma evidente la energía.






El problema del perdón- Mauricio Weintraub


El problema del Perdón
                                                                                                                           Por Mauricio Weintraub

Según la mayoría de los autores de la llamada psicología new age, el movimiento saludable de los hijos ya adultos hacia los padres que han cometido actos que provocaron dolor, es perdonarlos. Se incluyen, como argumentos de este perdón, la (aparente) comprensión relacionada con que los padres hicieron lo mejor que pudieron, que no tenían más para dar porque no tenían más para ellos mismos y que, en definitiva, fue su Ignorancia y no su maldad la que ocasionó esas acciones.
Esta postura surge, de alguna manera, en respuesta a psicologías anteriores (psicoanálisis clásico, fundamentalmente) que bregaban por el “matar” a los padres como condición indispensable para la adultez.  También surge como respuesta a largos tratamientos, también fundamentalmente psicoanalíticos, en los cuales se veía una y mil veces que las neurosis adultas habían sido generadas por los padres allá lejos y hace tiempo, perpetuando de esta manera la culpabilización de estos padres y, consecuentemente, el estado infantil del paciente ya adulto
En este sentido considero que, la búsqueda new age de trascender esta culpabilización parental y la inevitable atadura que esto conllevaba, es  loable y digna de reconocimiento, aunque  por supuesto no es original.
Sin embargo, considero que la psicología new age adolece aquí de lo que en general, en mi opinión, adolece en todo su recorrido teórico: un conocimiento más profundo de la psiquis humana y la comprensión de que las emociones displacenteras neuróticas (mal llamadas negativas) fundamentalmente dolor o tristeza[1] y enojo[2] no se van ni se disuelven desde la voluntad o desde ejercicios conductuales sino mirando amorosa y respetuosamente su verdadera realidad y comprendiendo el error de su búsqueda amorosa.




El Perdón
Dentro de este contexto surge el tema del Perdón; tema que considero fundamental ya que encuentro allí no solo esta carencia de fundamento sino además un error conceptual en lo referido a la actitud que la new age defiende.
En este sentido, considero que la idea de perdonar a los padres es una idea equivocada y que, aunque aparezca revestida de amplitud y respeto, deja en las sombras dos emociones fundamentales: el Enojo y el Dolor y, por lo tanto, poco contribuye al acercamiento interno a sus padres que el sujeto necesita para recorrer el proceso hacia una mayor sanación salud psíquica y emocional.
Intentaremos ingresar en una mayor comprensión de lo que significa el acto de perdonar con la confianza en que esta mayor comprensión nos permita ver también una mayor verdad y sus consecuencias.

Los elementos del Perdón
Si observamos detenidamente el proceso de perdonar nos daremos cuenta de que el mismo está constituido por tres elementos:
-          Un perdonador
-          Un perdonado
-          Un hecho llevado a cabo por el perdonado que produjo dolor al perdonador
Así, el perdonador perdona al perdonado por haber llevado a cabo un hecho que le ha producido dolor.
Ahora bien ¿cuáles son los procesos internos que el perdonador lleva a cabo para poder perdonar?

Las tres soberbias del Perdonador

En primer lugar, el perdonador pasa de una experiencia subjetiva (el dolor y el enojo) a una evaluación que pretende ser objetiva (el juicio de este hecho como algo negativo).
En la mirada del perdonador hay, necesariamente, un juicio acerca de la validez o no del hecho en cuestión. Cuando hablamos de “validez o no” nos referimos aquí a la idea de que el acto fue positivo o negativo o que pertenece al grupo de actos buenos o de actos malos.
De esta manera, el perdonador se adjudica un saber superior acerca de lo que es bueno y lo que no lo es en lo referido a aquello que perdona. Así, como puede observarse, quien perdona considera negativo aquel acto por el cual debe perdonar y, por lo tanto, se considera a sí mismo como poseedor de un saber referido a qué acto hubiera sido bueno en lugar de aquel.
En este sentido es importante comprender que, todo perdonador, dice de alguna u otra manera a su perdonado: “Así, como actuaste, está mal; deberías haber actuado de esta otra manera (como yo considero bueno actuar)”.
Evidentemente, si no hubiera una “otra manera” en la mente del perdonador, no se produciría el hecho de perdonar. Nadie perdona si no cree saber cómo debería haber actuado el perdonado más allá de lo consciente o no que se sea con respecto a este saber.
Como se observará entonces, el perdón incluye necesariamente un juicio negativo referido a aquello que se perdona e incluye entonces un creerse poseedor de un saber mayor por parte del perdonador.
En este sentido tenemos aquí el primer acto de soberbia del perdonador: creer saber lo que hubiera sido bueno y situarse así, en el terreno del saber, por encima del perdonado.

En segundo lugar, el perdonador se considera con una estatura humana superior al perdonado solo a partir de la cual puede perdonarlo.
Este punto es similar al anterior aunque no está referido al saber sino más bien al ser. En este sentido, el perdonador se considera a sí mismo como poseedor de un mayor nivel del ser con relación al perdonado. Para decirlo en otras palabras, en relación con aquello que está perdonando, se considera mejor persona o, simplemente, más bueno que el perdonado.
Digamos que, en este punto, el perdonador no solo dice, como en el punto anterior, “Así, como actuaste, está mal; deberías haber actuado de esta otra manera” sino que va un paso más allá y dice “Fuiste malo al actuar así (al menos en lo referido al acto puntual), una persona buena actuaría de esta otra manera (como yo considero bueno actuar)”
Este punto es complejo y, en general, el perdonador no suele reconocer (se) de esta manera. Hablamos aquí de cierto lugar ético/moral en el cual el perdonador se ubica a sí mismo con relación al perdonado y sólo desde el cual es posible perdonar. En este sentido es importante comprender que solo se puede perdonar desde este lugar ético/moral superior ya que el perdón es algo que se da justamente desde arriba hacia abajo, desde quien posee esta estatura ética/moral hacia quien no la posee.
Para decirlo de otra manera, no existe en nuestro concepto del perdón la posibilidad de que, por ejemplo, un asesino perdone a un santo; solo puede ser a la inversa[3].
Tenemos entonces el segundo acto de soberbia del perdonador: creer tener una estatura ética/moral superior (o simplemente ser mejor persona, al menos en aquel aspecto en el cual perdona) que el perdonado.


En tercer lugar, el perdonador se considera con un poder superior al perdonado.
Perdonar es devolver al otro un lugar perdido. Es devolverlo al nivel en el que se encontraba antes de cometer el hecho por el cual es perdonado.
Ahora bien ¿quién puede devolver a otro a un lugar que ha perdido? Evidentemente quien tiene el poder de hacerlo. Este poder no lo tiene el perdonado, ya que si lo tuviera no necesitaría del perdonador para recuperar el lugar que ha perdido. Desde la perspectiva del vínculo perdonador/perdonado, este poder lo tiene solo el perdonador.
En este sentido, en el acto de perdonar el perdonador redime al perdonado y lo devuelve al lugar que ha perdido, es decir lo autoriza nuevamente a pertenecer.
Así, desde esta perspectiva, el perdonador no solo dice al perdonado: “Así, como actuaste, está mal; deberías haber actuado de esta otra manera” y “Fuiste malo al actuar así (al menos en lo referido al acto puntual), una persona buena actuaría de esta otra manera“  Sino también “Por haber actuado de esta manera has perdido tu lugar, un lugar que solo yo puedo devolverte; y te devuelvo”
Tenemos entonces el tercer acto de soberbia del perdonador: creer tener un poder superior que el perdonado.

El comprender estos tres tipos de soberbia del perdonador ya de por sí nos permite observar con mayor profundidad lo que en realidad sucede en esta dinámica y la manera en la que el perdonador se sitúa con respecto al perdonado.


Sin embargo intentaremos a continuación ir un paso más allá y para ello partiremos de una pregunta propia de Bert Hellinger y las Constelaciones Familiares
Esta pregunta es ¿Quién es el excluido dentro de la psicología new age?


Dos supuestos básicos de la psicología new age

En líneas generales la psicología new age excluye tres emociones básicas: El Enojo, el Dolor y el Miedo. Excluir no significa no mencionar sino no poder mirar con amor, con respeto. No poder honrar.
Toda la psicología new age es un intento por huir de estas emociones expresado bajo una ideología que parte de dos supuestos básicos:
-          El mundo es un lugar de luz (es decir, que excluye las emociones displacenteras)
-          La voluntad todo lo puede.
Disiento con ambos supuestos y los considero peligrosos para un proceso terapéutico.
Ahora bien, hay un personaje que expresa lo contrario a estos supuestos. Un personaje cuyas emociones son justamente aquellas que la psicología new age excluye: Fundamentalmente el Enojo y el Dolor, aunque también el Miedo. Un personaje que no puede, aunque desee, dejar de experimentar estas emociones y no puede, aunque desee, dejar de habitar una situación de maltrato.
¿Quién es este personaje? La víctima

La Víctima

Dentro de la psicología new age, el lugar de víctima suele ser rechazado y visto como fuente de sufrimiento. Así, cuando un sujeto adulto ocupa ese lugar la psicología new age suele instarlo de diferentes maneras a correrse de allí.
Coincido esencialmente con la idea de que el lugar de víctima retarda o directamente detiene el crecimiento y que, en este sentido, la tarea del terapeuta es ayudar al sujeto a trascender ese lugar y adoptar un lugar más saludable para sí mismo.

Sin embargo ¿De qué manera? ¿A partir de qué concepción teórica? ¿Cómo consecuencia de qué movimiento?

La psicología new age lucha contra la Víctima. Y lo excluye, es decir, no lo mira con amor.
Ahora bien, en la relación entre un adulto maltratador y un niño maltratado, este último es efectivamente una víctima ya que experimenta dolor, enojo y miedo ante el maltrato recibido y no puede dejar de experimentarlo debido a la diferencia de poder que existe entre el adulto y él.
Lógicamente, cuando el niño crece y se transforma en un adulto, deja de ser impotente y comienza a tener poder y, por lo tanto, en lo fáctico deja de ser víctima. Sin embargo, si este dolor, enojo y miedo no han sido sanados y, en definitiva, este niño no ha sido atendido y curado permanece en el interior del sujeto con una herida abierta y una edad cristalizada. Esto significa que, más allá de la edad cronológica que tenga el sujeto, dentro de él habita un niño que sigue teniendo la misma edad en la que se sintió no atendido y no mirado amorosamente.
Este punto de extraordinaria importancia es pasado por alto por la psicología new age bajo el presupuesto de que el sujeto decide ponerse en el lugar de víctima y, por lo tanto, puede decidir salir de ese lugar. La psicología new age no comprende que, si bien es cierto que el lugar de víctima es una decisión del sujeto, esta decisión solo puede trabajarse como tal cuando se han trabajado todas las otras cuestiones que tienen que ver con el niño herido que el sujeto lleva en su interior. Recién cuando este niño herido es mirado amorosamente y atendido, puede trabajarse la decisión del sujeto de soltar el lugar de la víctima[4].
De esta manera, la psicología new age se saltea un paso fundamental en el proceso de crecimiento y le propone al niño herido (en el cuerpo de un adulto) que se comporte como el adulto que aún no es.

Ahora bien ¿De qué manera se da esto?



La Víctima como la sombra del Perdonador

Personalmente considero que, cuando la psicología new age le propone al sujeto ya adulto que perdone al agresor (en general los padres) por haberlo agredido cuando era un niño, cristaliza al sujeto en aquella instancia infantil y le propone en realidad que esconda sus sentimientos de enojo, dolor y miedo bajo una fachada de crecimiento espiritual. Es decir, no escucha verdaderamente al niño que sufre bajo el enojo, el miedo y el dolor  y le propone, digámoslo así, que pase a la categoría de elevado espiritual sin haber pasado por la adultez. Vemos así en la clínica y en la vida, a innumerable cantidad de personas que no solo continúan sufriendo como aquel niño que han sido sino que además ahora niegan que estén sufriendo o, lo que es peor, se culpan por hacerlo.
Para decirlo en otras palabras, cuando la psicología new age le propone al sujeto que deje de ser una víctima y pase a ser un perdonador lo insta a ocultar sus emociones displacenteras y a cristalizarse en aquella edad en la que no fue mirado amorosamente.
Lo que se da entonces no es un proceso de sanación del dolor sino de ocultamiento del dolor. El sujeto, en su afán por dejar atrás aquello que duele se embarca así en una búsqueda iatrogénica, creyendo que a partir de la decisión de dejar de ser una víctima es posible construir una identidad diferente. Sin embargo, el dolor de ese niño que verdaderamente fue una víctima (o al menos esa ha sido su vivencia) no puede sanarse desde la voluntad sino desde los dos procesos comunes a la sanación de todo dolor: la comprensión y el amor. Cuando esto no ocurre, aquel niño/víctima comienza a ocultarse bajo la fachada del perdonador siendo este ocultamiento no solo hacia afuera sino hacia la propia conciencia del sujeto. De esta misma manera, y al igual que el dolor y el miedo, el enojo del niño/víctima puede recorrer dos caminos posibles: O se oculta y se acumula hasta explotar en situaciones relativamente cotidianas o se vuelve contra el sujeto mismo en forma de culpa. Cuando esto último ocurre, el sujeto se percibe a sí mismo como culpable de no poder amar y perdonar a quien le ha hecho un daño, tanto en el pasado como en el presente. En general la culpa (es decir, el enojo contra sí mismo) aumenta y así encontramos a un sujeto que, en la superficie, es amoroso con todos menos consigo mismo, lo que evidentemente no es posible.
De esta manera, la víctima se ha vestido de una manera más aceptable (a los ojos de la psicología new age), se ha vestido de perdonador. Es por ello que decimos que el perdonador es la víctima que se ha socializado para ser aceptado (por la psicología new age).
Cuando se comienza a trabajar desde otra perspectiva con un sujeto que ha recorrido este camino, lentamente se va descubriendo de qué forma tras esa fachada de aparente iluminación habitan intactos el mismo dolor, enojo y resentimiento que el sujeto experimentaba siendo pequeño al igual que la misma profunda necesidad de ser mirado amorosamente y valorado.
Cuando durante el proceso se consigue mirar amorosa y respetuosamente estas emociones displacenteras, darles un lugar, comprender su derecho a estar allí y de qué manera se encuentran desplazadas en el presente, se observa como estas mismas emociones, al sentirse respetadas y miradas amorosamente, ocupan su lugar en la historia y en el presente del sujeto pero paulatinamente dejan de invadir otras zonas y otras escenas. De esta manera, el hecho de comprender que el miedo, el dolor y el enojo tienen derecho a estar y el darles un lugar permite que estas emociones no tomen todo el lugar.

En este sentido considero que la psicología new age adolece de conocimientos básicos en lo que respecta al funcionamiento psíquico de un sujeto y, más allá de las buenas intenciones que la impulsan, es fundamentalmente este desconocimiento lo que impide que su primer momento de ayuda se extienda y profundice.
La confusión en considerar emociones negativas a las emociones displacenteras y la consecuente intención de desterrar del sujeto estas emociones, la confusión en considerar a la voluntad como condición suficiente de todo cambio en lugar de comprender su condición necesaria[5], la idea de que la vida debe ser solo luminosa y otras características que no son el objeto de este artículo son, en mi opinión, iatrogénicas para el sujeto y, lejos de ayudarlo a crecer hacia el amor y respeto por sí mismo y por el otro, lo eternizan en un estadio infantil en el cual el sujeto no solo se perpetúa en el miedo, el dolor y en el enojo sino que se oculta a sí mismo estas emociones.

Considero que es nuestra función, de los ayudadores, el acompañar al sujeto hacia una paulatina comprensión y aceptación de su propio y verdadero ser y que en este camino el habitar las emociones, sean estas placenteras o displacenteras, es ineludible.












Mauricio Weintraub es Músico (egresado del Conservatorio Nacional “Carlos López Buchardo”) y Lic. en Psicología (egresado de la Universidad de Flores).
Como músico ha dirigido las más importantes orquestas de nuestro país. Actualmente es el director general del Proyecto Encuentro perteneciente al Collegium Musicum de Buenos Aires.
Se especializa en la problemática del miedo escénico desde 2002 dictando cursos y masterclasses en todo el país y en el exterior. Es autor de los libros “¿Por qué no disfruto en el Escenario?” y “El Sentido del Miedo Escénico”, ambos editados por Claves Musicales y que se han vendido en 10 países de América y España. Entre 2006 y 2011 ha tenido a su cargo la materia “Miedo en el Escenario” en el profesorado de música del Conservatorio Julián Aguirre de Banfield, primera cátedra destinada a trabajar esta problemática en un conservatorio oficial. Actualmente es el director de la Formación en Miedo Escénico de la Universidad de Flores, primer espacio destinado a formar docentes de música que se dediquen a trabajar esta problemática con sus alumnos.
Es docente de las materias Psicología General I y II en la Facultad de Psicología de la Universidad de Flores.
Actualmente su actividad se divide en tres espacios: la dirección orquestal y enseñanza musical, las clases y cursos dirigidos a trabajar la problemática del miedo escénico y la atención de pacientes como psicólogo clínico.





[1] En este artículo utilizaremos los términos “dolor” y “tristeza” como sinónimos y los emplearemos de manera indistinta.
[2] No se afirma aquí que el dolor y el enojo sean emociones neuróticas sino que en este artículo nos referiremos al dolor y enojo neuróticos. En este sentido lo neurótico tiene que ver con el hecho de que se encuentran desplazadas, es decir que el objeto que las produce no se encuentra ni aquí ni ahora sino allá y entonces, aunque el sujeto crea lo contrario. Como se podrá ver en la segunda parte de este artículo la confusión de la psicología new age surge como consecuencia de considerar que todo el dolor del sujeto es neurótico y no comprender que, detrás del dolor neurótico, se encuentra el dolor real (no neurótico y saludable).
[3] Si existiera esa posibilidad sería solo en un acto puntual en el que el santo tuviera menos estatura ética/moral que el asesino.
[4] Para decirlo en otras palabras: Solo cuando estoy seguro de poder comer puedo trabajar mi decisión de solo preocuparme por la comida
[5] Llamamos Condición Suficiente de un fenómeno aquella cuya presencia determina la presencia del fenómeno (Si la Condición Suficiente está, entonces el fenómeno está); mientras que llamamos Condición Necesaria de un fenómeno aquella cuya ausencia determina la ausencia del fenómeno (Si la Condición Necesaria no está, entonces el fenómeno no está).
Un ejemplo sería: Las gotas de agua son Condición Necesaria de la lluvia, sin embargo no son condición suficiente ya que podría haber gotas de agua pero estas podrían provenir, por ejemplo, de una manguera.
Otro ejemplo pero a la inversa sería: Que Juan esté conmigo sería Condición Suficiente para que yo esté acompañado, pero no sería Condición Necesaria ya que Juan podría no estar y yo estar acompañado por Pedro.
De la misma manera la Voluntad es Condición Necesaria para el cambio (Si no hay voluntad, no puede haber cambio, al menos profundo y duradero) pero no Condición Suficiente (Si hay Voluntad pero no hay Conocimiento, Conciencia, Perseverancia y otras capacidades es probable que el cambio no pueda producirse, al menos de una manera profunda y duradera).

Carta de Ram Dass a los padres de Rachel

Esta carta fue escrita por el doctor en psicología de Harvard y guía espiritual Ram Dass a los padres de Rachel, una niña de 12 años que salio un domingo por la mañana de la sinagoga caminando con una amiguita de su edad, y ambas fueron violadas y asesinadas. Según el propio testimonio de los padres, estas palabras les ayudaron a ver luz en medio de su agonía.
Queridos Steve y Anita,
Rachel ha concluido su trabajo en la tierra, y dejó el escenario de la vida de una manera tal que nos deja detrás suyo con un grito de agonía en nuestros corazones mientras el frágil hilo de nuestra fe se sacude de manera violenta. ¿Acaso alguien puede decir que es lo suficientemente fuerte para permanecer consciente a través de una tan dolorosa enseñanza como la que ustedes están recibiendo? Probablemente muy pocos. E incluso tendrían solo un susurro de ecuanimidad y paz en medio de las trompetas de su rabia, dolor, horror y desolación.
No puedo calmar su dolor con cualquier palabra, ni debería intentarlo. Para su sufrimiento está el legado de Rachel a ustedes. No es que ella o yo quisieramos inflingirles dolor por elección propia, pero dicho dolor ahí está y debe quemar su agonizante camino de purificación hasta su consumación.
Algo en ustedes muere cuando están soportando lo insoportable, y solamente en esa noche oscura del alma es que ustedes son preparados para ver como Dios ve y amar como Dios ama.
Ahora es el momento de dejar que su dolor se exprese. Sin falsas fortalezas.
Ahora es el momento de sentarse en silencio y hablar con Rachel, y darle las gracias por haber estado con ustedes estos pocos años y anímarla a continuar con su misión cualquiera que esta sea, sabiendo que ustedes crecerán en compasión y sabiduría de esta experiencia.
En mi corazón sé que ustedes y ella se reunirán de nuevo una y otra vez, y reconocerán las muchas maneras en que se llegaron a conocer los unos a los otros. Y cuando ustedes se reencuentren sabrán en un instante lo que en esta prueba no se les ha dado conocer: ¿Por qué tuvo que ser en la forma en que fue?
Nuestra mente racional nunca podrá comprender lo que ha sucedido, pero nuestros corazones - si podemos mantenerlos abiertos a Dios – encontrarán intuitivamente su propia manera de comprenderlo.
Rachel llegó a través de ustedes para cumplir su misión en la tierra, que incluyó su forma de morir. Ahora su alma es libre, y el amor que ustedes pueden compartir con ella en su nuevo plano es invulnerable a los vientos y cambios del tiempo y el espacio. Y en ese profundo amor, incluyanme también.
En el amor,
Ram Dass