De
la luz que oscurece a la oscuridad que ilumina
¿De qué hablamos cuando hablamos de crecimiento espiritual?
Por Mauricio Weintraub
“El odio es amor desesperado”
Norberto
Levy
“¿Qué te han hecho, pobre niña?”
Simund
Freud, en la carta
del 22/12/1897
a su amigo Wilhelm Fliess,
citando al poema “Mignon” de Goethe
Todos
somos Buscadores.
Desde
el Buda hasta el asesino todos transitamos el mismo camino; el camino de la
búsqueda de aquello que nos permita sentirnos más cerca de lo que anhelamos.
Más cerca de nuestra propia esencia amorosa.
Sin
embargo, algunos de nosotros buscamos de manera consciente; esto no quiere
decir que estemos más cerca de aquello que buscamos sino que conscientemente
dedicamos tiempo, energía y dinero en llevar a cabo actividades con el objetivo
de sentirnos mejor en nuestras vidas.
Así,
en nosotros, habita conscientemente un deseo, un anhelo de alcanzar un estado
de mayor bienestar.
A
este tipo de buscadores los llamo buscadores conscientes espirituales,
nombre que, como se ve, no excluye a ningún sujeto de ser un buscador
espiritual aunque sí de que esta búsqueda sea consciente en sí misma.
Sin
embargo ¿qué es lo que verdaderamente buscamos? ¿Qué significa para nosotros
ese crecimiento que anhelamos y al que, en muchos casos, dedicamos nuestra
vida?
Los
elementos del crecimiento espiritual
Cuando
un sujeto busca crecer espiritualmente siempre hay, al menos en un primer
momento, tres elementos:
-
La parte del sujeto que se encarga de buscar, a quien llamaré el “Buscador”[1]
-
Aquella parte del sujeto que no es como él quisiera, a quien llamaré la “Oscuridad”.
-
Una idea de cómo el sujeto quisiera ser en el “final” de este camino de
crecimiento (más allá de que esta idea se alcance o no o de que el sujeto crea
que puede alcanzarse o no), a quien llamaré el “Sujeto Ideal”.
Se
da entre estos elementos un vínculo, una relación. Y es quizá en este ítem, en
la relación entre estos tres elementos donde, personalmente, considero que hay
al menos, dos tipos de buscadores conscientes espirituales.
Denominaré a un tipo de buscador como el Buscador que desea iluminarse y al
otro como el Buscador que desea ver, intentando, a partir de esta
denominación, mencionar lo que para cada uno de ellos es su prioridad (es
decir, lo más importante) a lo largo de su camino de búsqueda.
A
continuación intentaré profundizar en la comprensión de ellos, para lo cual los
describiré casi como modelos, sabiendo que en realidad en cada uno de nosotros
habitan ambos tipos (y muchos otros) y que estos modelos nunca se dan en
nosotros con la diferenciación con la que serán descriptos.
_______________________________________________________________El Buscador
El Buscador que desea iluminarse o El
Buscador que busca exclusivamente su luz
El
Buscador
que desea iluminarse suele considerar que el objetivo de su búsqueda es
la elevación espiritual y que, en este sentido, el proceso se da “de abajo
hacia arriba”. Se parte en general de la base de que, en esencia, somos
Espíritu, Amor o en definitiva Luz; que este es nuestro verdadero Ser y que el
objetivo de la búsqueda es acceder a dicha Luz.
Se
piensa así que, una vez alcanzada, esta Luz es un estado en el cual se permanece
y que está compuesto por el Amor y la Aceptación de todo lo que es.
En
este proceso, el Buscador se topa con todo aquello que no es esta luz, es decir
con su Oscuridad encontrándose así con sus zonas menos aceptadas.
Cuando esto sucede, el Buscador considera que esta Oscuridad
es opuesta a como él quisiera que fuera y que por lo tanto, es opuesta al Sujeto
Ideal y que para poder acercarse a éste debería iluminarse, es decir
debería estar libre de esta Oscuridad.
Cuando
esto ocurre, es decir, cuando este tipo de Buscador se topa con su Oscuridad
suele tener dos caminos posibles:
-
O bien intenta modificarla.
-
O bien intenta ignorarla, lo cual generalmente aparece bajo el nombre de
“elevarse” por sobre ella, para poder así conectarse con su luz.
En
ambos casos se da entonces un vínculo entre el Buscador y aquello que no
es como él quisiera. Se da un vínculo entre el Buscador y su Oscuridad.
Este
es el primer vínculo: El del Buscador con su Oscuridad.
Aparentemente,
la solución del Buscador es saludable y, a primera vista casi cualquier
buscador podría estar de acuerdo con ella. Es lógico que, si el Buscador
encuentra en aspectos egoístas o que le producen displacer, desee modificarlos
o desee conectarse con algo más elevado (¿quién puede dudar, al menos en
principio, que el Amor parecería ser más elevado que, por ejemplo, el odio o el
egoísmo?) o que le de mayor sensación de plenitud.
Sin
embargo ¿qué es lo que verdaderamente ocurre cuando el Buscador que desea iluminarse establece este vínculo con su Oscuridad?
El
vínculo entre el Buscador que desea iluminarse
y su Oscuridad
El
encuentro entre el Buscador y su Oscuridad es, en mi opinión, el
encuentro más significativo y trascendente dentro del proceso de crecimiento
espiritual y determina una serie de consecuencias que a primera vista suelen
ser inimaginables.
Este
encuentro se da, en general de manera inconsciente; no porque el Buscador
no comprenda que está observando una zona, emoción o aspecto propio que no es
como él quisiera sino porque generalmente experimenta él mismo (el Buscador)
una serie de emociones y pensamientos que están fuera de su conciencia más
inmediata.
Retornemos
a lo dicho anteriormente e imaginemos que un Buscador cree que él
debería ser solo Amor y no odiar y que, por lo tanto, cada vez que se topa, por
ejemplo, con su Odio (su Oscuridad) piensa: “Mi odio está
mal, no debería sentirlo, solo debería sentir amor”.
Como
hemos señalado, si observamos esta dinámica con detenimiento, nos daremos
cuenta que cuando el Buscador observa a su Oscuridad
(en este caso su odio), se establece un vínculo entre él y esta parte; un
vínculo entre el Buscador y su Oscuridad. Cuando esto sucede, es
evidente que ya no hay “uno” sino “dos” aspectos vinculándose. Así, por
más que, en un nivel, el Sujeto está hablando de sí mismo, en otro nivel está
hablando del vínculo entre una parte de sí mismo (el Buscador) y otra parte
(la Oscuridad).
Aunque él mismo no se dé cuenta de este otro nivel[2].
Ahora
bien, si observamos aún con mayor profundidad este vínculo, cada vez que el Buscador
de nuestro ejemplo mira a su Oscuridad y piensa que no debería
existir, en realidad le dice:
“Así como sos está mal, voy a
intentar modificarte” o “Vos no pertenecés
verdaderamente a mí y, por lo tanto, no voy a mirarte sino que voy a mirar a mi
verdadero Ser”
Se
da entonces algo sumamente extraño y paradójico; y es que el mismo Buscador
que señala al Amor y la Aceptación como lo último y verdadero no ama ni acepta
a su Oscuridad
sino que la rechaza.
Es
decir que el mismo Buscador se vincula con su Oscuridad de una manera opuesta a lo
que pregona que es su verdadero ser. El Buscador se vincula con su Oscuridad
de una manera opuesta a su propio Sujeto
Ideal.
¿Cómo
pudo suceder esto?
¿Qué
ha ocurrido en realidad?
El Buscador que desea ver o El
Buscador que busca ver a su Oscuridad
A
diferencia del tipo de Buscador anterior, el segundo tipo
de Buscador,
a quien denominaremos el Buscador que desea ver no tiene como
primer y fundamental objetivo crecer, elevarse, mejorar o cambiar; sino mirar y
habitar lo que es. Dar un lugar a aquello que encuentra durante su búsqueda.
Su
camino no es “hacia arriba” sino “hacia adentro” o “hacia atrás”, intentando
así mirar lo que es desde una perspectiva cada vez más amplia.
Al
igual que el Buscador anterior, el Buscador
que desea ver se encuentra a lo largo de su proceso con su Oscuridad;
también esta Oscuridad está constituida por aquello no es como el Buscador
desearía que fuera y también es comparada con el Sujeto Ideal.
Sin
embargo, hay una diferencia sutil pero esencial justamente allí donde el Buscador que desea iluminarse no logra
poner su consciencia: En el vínculo entre el Buscador y su Oscuridad.
El
vínculo entre el Buscador que desea ver y su
Oscuridad
Cuando
el Buscador que desea ver se topa
con su Oscuridad, intenta (aunque muchas veces, quizá la mayoría, no
lo consiga plenamente) darle un lugar. Comprende que la Oscuridad también le
pertenece y lo constituye tanto como las zonas luminosas, y que tiene derecho a
estar.
Coincide
con el Buscador anterior en que en última instancia somos seres de luz
y fundamentalmente amorosos pero no utiliza esta comprensión para excluir a las
instancias anteriores. Se da cuenta también de su propia dificultad para
incluir a la Oscuridad, sea esta cual sea, pero asume que esta dificultad es
suya
y no se la adjudica a la Oscuridad; en otras palabras le da
a la oscuridad el derecho a pertenecer más allá de comprender cuánto le cuesta
a él (al Buscador) darle el derecho a pertenecer.
Así,
mira a la Oscuridad y le dice: “Veo
que estás. Reconozco tu derecho a estar y te doy un lugar en mí; más allá de
que no es placentero para mí que estés de esta manera y más allá de que me
cuesta reconocer tu derecho a tener un lugar en mí”
Se
da entonces un Buscador que, lentamente, va acercándose a su Sujeto
Ideal, pero en el acto de mirar a su Oscuridad. Es un Buscador
que en algún sentido ha comprendido que no hace falta “limpiar” la Oscuridad
para encontrar la esencia amorosa sino poder mirar cada vez más amorosamente a
esta misma Oscuridad y que es en este mirar donde algo se suelta y donde
aparece una perfección diferente a la que se imaginaba anteriormente: La
perfección que incluye la imperfección; la luz que incluye la oscuridad.
Así,
a diferencia del Buscador que desea
iluminarse y que, para conseguirlo tenía que modificar a su Oscuridad;
el Buscador que desea ver ha
comprendido que para estar un paso más cerca de su esencia amorosa ha tenido
que transformarse él mismo, no a su Oscuridad.
Esta
diferencia, aunque central, no es sin embargo la única. Hay otra más profunda y
más crucial y es la siguiente: Cuando el Buscador
que desea iluminarse mira a su Oscuridad y la compara con su Sujeto
Ideal, le dice:
“Vos
(por la Oscuridad) sos peor que él (por el Sujeto Ideal). Yo lo
quiero más a él que a vos”
Por
el contrario, cuando el Buscador que
desea ver mira a su Oscuridad y la compara con el Sujeto
Ideal, le dice:
“Vos
(por la Oscuridad) sos. Él (por por el Sujeto Ideal) es solo un
ideal; es lindo, agradable y me gusta mirarlo, pero es sólo una idea mía, no es
en realidad. Vos
sí sos. Y yo solo te quiero a vos, o al menos lo intento”.
Como
veremos a continuación, esta diferencia tiene consecuencias de extraordinaria
trascendencia.
_______________________________________________________________
La
Oscuridad
¿De
qué está hecha nuestra Oscuridad? ¿Qué constituye en
realidad el núcleo de aquellos aspectos más intrincados, menos vinculados con
el otro, más alejados de lo bueno y saludable? ¿Cómo se ha originado? ¿Cuál es
su verdad?
A
medida que el Buscador que desea ver
va dando un lugar a su Oscuridad se va produciendo lenta y
paulatinamente otro proceso en su interior que, por supuesto, afecta
profundamente el vínculo entre ambos. Como el Buscador comprende que,
en última instancia, su Ser es el Amor y como ve que su Oscuridad se encuentra
aparentemente alejada de esta esencia amorosa comienza a preguntarse qué es lo
que ha ocurrido en el existir de esta Oscuridad que ha hecho que se
encuentre como se encuentra.
Así,
vuelve a mirarla y le pregunta: “¿Por qué
si sos básicamente amorosa estás tan alejada de tu esencia? ¿Qué te ha
ocurrido?”
Y
luego, espera… Y escucha, y espera…Y pregunta nuevamente… Y escucha, y espera…
Así,
en este proceso sin tiempo, el Buscador
que desea ver se va acercando paso a paso a su Oscuridad, mirando como
lo que en principio era duro se hace poroso, lo rígido se agrieta, lo oscuro
deja entrever su luz.
De
esta manera, el Buscador lentamente se acerca y en el acercarse ve como la Oscuridad
se va abriendo paulatinamente y como él mismo se abre a su Oscuridad. Y
en este abrirse él a ella se abre también al dolor que antes estaba oculto tras
lo oscuro y que ahora se ve, apenas; y se duele con ella preguntando como un
mantra su pregunta doliente: “¿Qué te ha
ocurrido? ¿Por qué si sos básicamente amorosa estás ahora así?”
Finalmente
(aunque por supuesto nunca hay un final), sentado junto a su Oscuridad,
el Buscador
llora con ella y en su llanto continúa repitiendo su pregunta de
siempre hasta que un susurro apenas audible comienza a escucharse desde la
profundidad de la Oscuridad llorante.
Un
susurro apenas, entrecortado y ahogado por tanto tiempo de ser dicho sin
decirse.
Un
susurro que susurra:
“Por favor, mírame”
Y,
quizá: “Mamá/papá, por favor, mírame”.
Cuando
esto ocurre, cuando el Buscador escucha el grito susurrante
comprende que no hay diferencia entre su Oscuridad y él y que este grito es
de todos.
Es
el grito humano.
Y
entonces, la ve.
_______________________________________________________________
ConsecuenciasLa Oscuridad mirada
Al
observar el proceso que cada uno de los Buscadores lleva a cabo encontramos
complejas y profundas diferencias.
Como
la Oscuridad
en definitiva es siempre un niño no mirado (o un aspecto de un niño no mirado),
cada vez que no es mirada por el Buscador queda nuevamente “a la
espera” de esta mirada, con las consecuencias que este no ser mirado trae
consigo: El incremento del enojo y del dolor.
Así,
cuando el Buscador que desea iluminarse
busca exclusivamente su luz y queda tan enceguecido por esta búsqueda que no ve
a su
Oscuridad, reedita así el vínculo que ha hecho que la Oscuridad
permanezca oscura y, tal como Jung señala, en la sombra.
Este
no mirar hace que se lleve a cabo el proceso que se lleva a cabo en todo
aquello que es excluido: Lo excluido se incrementa y tiende a aparecer en forma
abrupta y desproporcionada.
Para
decirlo en otras palabras: Como la Oscuridad no tiene un lugar
reconocido por el Buscador tiende a aparecer abruptamente ocupando todo el lugar
Como
no tiene una habitación en la casa tiende a aparecer tomando toda la casa.
Así,
la búsqueda exclusiva de luz, oscurece.
Por
su parte, a medida que el Buscador que
desea ver consigue acercarse a su Oscuridad se da en ésta una escena
inédita: Alguien la ve, alguien le da un lugar, alguien ve su dolor y se duele
junto a ella. Este movimiento del Buscador tiene efectos trascendentes
para la Oscuridad, que, en tanto niño no mirado, tiene ahora alguien
que sí la mira y, por lo tanto, un punto de apoyo (el Buscador) a partir del
cual crecer hacia su propia esencia luminosa.
Así,
como la Oscuridad se siente incluida y con su lugar reconocido, no
necesita irrumpir de manera violenta ni intentar tomar todo el lugar.
Teniendo
su propia habitación no necesita tomar la casa.
Finalmente,
el poder mirar la Oscuridad, ilumina.
El
Buscador doliente
Así,
nuestro primer Buscador, el Buscador
que desea iluminarse va también atravesando un proceso complejo y
paradójico. Al inicio del camino su luz es franca y abierta. Está lleno de
expectativas y se ve en sus ojos la luz que tiene en su interior. Esta luz no
niega su Oscuridad ya que ve a su Oscuridad, como algo a cambiar, pero
la ve.
Sin
embargo, luego de un tiempo prolongado de estar inmerso en este proceso de
búsqueda exclusiva de su luz y de intentar excluir su Oscuridad algo ha
ocurrido. Su rostro ya no es fresco. Su luz ya casi no está allí. Hay una mueca
de lo anhelado, pero en su mirada hay dureza y enojo.
Y
desagrado.
Bajo
el maquillaje de la luminosidad su rostro está oscuro.
La
negación del dolor y el enojo han esculpido un rostro amargado.
Su
Oscuridad
lo ha tomado.
Por
su parte, el Buscador que desea ver
ha sufrido un proceso diferente.
Al
comienzo su mirada es parecida al anterior; pero luego de un tiempo prolongado
es distinta, su rostro se ha ablandado, sus ojos están siempre a la orilla del
agua y su mirada es profunda e inabarcable.
Y, por qué no, inquietante y abismal.
Hay
en su cara arrugas blandas y abiertas y un color como de ocaso lo acompaña
siempre.
Es
feliz, con una felicidad que está tan cerca del dolor humano que casi se
confunde con él.
Y
mira a la vida. Y a la muerte.
Al
habitar su Oscuridad, su Oscuridad está en él. Y también su
luz.
Quizá
ambos buscadores son en realidad uno solo. Y el segundo es solo la continuidad
del primero.
Como
en un lento proceso de crecimiento que nos lleva toda(s) la(s) existencia(s) y
en el cual cada Buscador debe pasar por todos y cada uno de los casilleros,
retornando todas las veces que sea necesario para incluir aquello que ha
quedado excluido y llevarlo consigo como parte integrante y constitutiva de lo
que somos antes de llegar al final inexistente.
Porque
quizá eso se nos exige, que nos incluyamos hasta el final.
Porque
solo allí está nuestra pequeña Luz.
Justo
al lado de nuestra Oscuridad.
[1] Este es un punto sumamente complejo ya que el Sujeto y el Buscador
suelen ser experimentados (y muchas veces comprendidos a nivel teórico) como si
fuera la misma entidad. Para tener más claridad sobre este punto diremos que
cuando hablamos de Sujeto nos referimos a la persona en sí misma, como una unidad
compleja que tiene en su interior diferentes aspectos, emociones, sensaciones,
ideas y valores. Por otro lado, cuando hablamos de Buscador nos referimos a
un aspecto interno del Sujeto que desea acercarse con la mayor
plenitud posible a su esencia amorosa.
Así, para una comprensión profunda de esta cuestión es fundamental
poder diferenciar ambas instancias comprendiendo que el Sujeto tiene en su
interior al Buscador y a la Oscuridad y que ambos son aspectos
diferentes.
Ahora bien, la confusión suele darse en el hecho de que, en general y
fundamentalmente en el comienzo del proceso, el Sujeto también desea
acercarse con la mayor plenitud posible a su esencia amorosa y, por lo tanto,
suele identificarse casi exclusivamente con el Buscador dejando excluida
a la Oscuridad,
con las consecuencias que esta exclusión conlleva.
Sin embargo dejaré esta cuestión para otros artículos y no
diferenciaré en el presente artículo entre ambas instancias más de lo que lo he
hecho en la introducción.
[2] Ver Nota 1
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