lunes, 5 de mayo de 2014

De la luz que oscurece a la oscuridad que ilumina


De la luz que oscurece a la oscuridad que ilumina

¿De qué hablamos cuando hablamos de crecimiento espiritual?
Por Mauricio Weintraub 
“El odio es amor desesperado”
Norberto Levy 
“¿Qué te han hecho, pobre niña?”
Simund Freud, en la carta del 22/12/1897
                                                                                                                                                                          a su amigo Wilhelm Fliess,
 citando al poema “Mignon” de Goethe

Introducción

Todos somos Buscadores.

Desde el Buda hasta el asesino todos transitamos el mismo camino; el camino de la búsqueda de aquello que nos permita sentirnos más cerca de lo que anhelamos. Más cerca de nuestra propia esencia amorosa.

Sin embargo, algunos de nosotros buscamos de manera consciente; esto no quiere decir que estemos más cerca de aquello que buscamos sino que conscientemente dedicamos tiempo, energía y dinero en llevar a cabo actividades con el objetivo de sentirnos mejor en nuestras vidas.
Así, en nosotros, habita conscientemente un deseo, un anhelo de alcanzar un estado de mayor bienestar.
A este tipo de buscadores los llamo buscadores conscientes espirituales, nombre que, como se ve, no excluye a ningún sujeto de ser un buscador espiritual aunque sí de que esta búsqueda sea consciente en sí misma.
Sin embargo ¿qué es lo que verdaderamente buscamos? ¿Qué significa para nosotros ese crecimiento que anhelamos y al que, en muchos casos, dedicamos nuestra vida?

Los elementos del crecimiento espiritual
Cuando un sujeto busca crecer espiritualmente siempre hay, al menos en un primer momento, tres elementos:
- La parte del sujeto que se encarga de buscar, a quien llamaré el “Buscador”[1]
- Aquella parte del sujeto que no es como él quisiera, a quien llamaré la “Oscuridad”.
- Una idea de cómo el sujeto quisiera ser en el “final” de este camino de crecimiento (más allá de que esta idea se alcance o no o de que el sujeto crea que puede alcanzarse o no), a quien llamaré el “Sujeto Ideal”.
Se da entre estos elementos un vínculo, una relación. Y es quizá en este ítem, en la relación entre estos tres elementos donde, personalmente, considero que hay al menos, dos tipos de buscadores conscientes espirituales. Denominaré a un tipo de buscador como el Buscador que desea iluminarse y al otro como el Buscador que desea ver, intentando, a partir de esta denominación, mencionar lo que para cada uno de ellos es su prioridad (es decir, lo más importante) a lo largo de su camino de búsqueda.
A continuación intentaré profundizar en la comprensión de ellos, para lo cual los describiré casi como modelos, sabiendo que en realidad en cada uno de nosotros habitan ambos tipos (y muchos otros) y que estos modelos nunca se dan en nosotros con la diferenciación con la que serán descriptos.
_______________________________________________________________
El Buscador

El Buscador que desea iluminarse o El Buscador que busca exclusivamente su luz
El Buscador que desea iluminarse suele considerar que el objetivo de su búsqueda es la elevación espiritual y que, en este sentido, el proceso se da “de abajo hacia arriba”. Se parte en general de la base de que, en esencia, somos Espíritu, Amor o en definitiva Luz; que este es nuestro verdadero Ser y que el objetivo de la búsqueda es acceder a dicha Luz.
Se piensa así que, una vez alcanzada, esta Luz es un estado en el cual se permanece y que está compuesto por el Amor y la Aceptación de todo lo que es.
En este proceso, el Buscador se topa con todo aquello que no es esta luz, es decir con su Oscuridad encontrándose así con sus zonas menos aceptadas. Cuando esto sucede, el Buscador considera que esta Oscuridad es opuesta a como él quisiera que fuera y que por lo tanto, es opuesta al Sujeto Ideal y que para poder acercarse a éste debería iluminarse, es decir debería estar libre de esta Oscuridad.
Cuando esto ocurre, es decir, cuando este tipo de Buscador se topa con su Oscuridad suele tener dos caminos posibles:
- O bien intenta modificarla.
- O bien intenta ignorarla, lo cual generalmente aparece bajo el nombre de “elevarse” por sobre ella, para poder así conectarse con su luz.

En ambos casos se da entonces un vínculo entre el Buscador y aquello que no es como él quisiera. Se da un vínculo entre el Buscador y su Oscuridad.
Este es el primer vínculo: El del Buscador con su Oscuridad.
Aparentemente, la solución del Buscador es saludable y, a primera vista casi cualquier buscador podría estar de acuerdo con ella. Es lógico que, si el Buscador encuentra en aspectos egoístas o que le producen displacer, desee modificarlos o desee conectarse con algo más elevado (¿quién puede dudar, al menos en principio, que el Amor parecería ser más elevado que, por ejemplo, el odio o el egoísmo?) o que le de mayor sensación de plenitud.
Sin embargo ¿qué es lo que verdaderamente ocurre cuando el Buscador que desea iluminarse establece este vínculo con su Oscuridad?
El vínculo entre el Buscador que desea iluminarse y su Oscuridad

El encuentro entre el Buscador y su Oscuridad es, en mi opinión, el encuentro más significativo y trascendente dentro del proceso de crecimiento espiritual y determina una serie de consecuencias que a primera vista suelen ser inimaginables.
Este encuentro se da, en general de manera inconsciente; no porque el Buscador no comprenda que está observando una zona, emoción o aspecto propio que no es como él quisiera sino porque generalmente experimenta él mismo (el Buscador) una serie de emociones y pensamientos que están fuera de su conciencia más inmediata.
Retornemos a lo dicho anteriormente e imaginemos que un Buscador cree que él debería ser solo Amor y no odiar y que, por lo tanto, cada vez que se topa, por ejemplo, con su Odio (su Oscuridad) piensa: “Mi odio está mal, no debería sentirlo, solo debería sentir amor”.
Como hemos señalado, si observamos esta dinámica con detenimiento, nos daremos cuenta que cuando el Buscador observa a su Oscuridad (en este caso su odio), se establece un vínculo entre él y esta parte; un vínculo entre el Buscador y su Oscuridad. Cuando esto sucede, es evidente que ya no hay “uno” sino “dos” aspectos vinculándose. Así, por más que, en un nivel, el Sujeto está hablando de sí mismo, en otro nivel está hablando del vínculo entre una parte de sí mismo (el Buscador) y otra parte (la Oscuridad). Aunque él mismo no se dé cuenta de este otro nivel[2].
Ahora bien, si observamos aún con mayor profundidad este vínculo, cada vez que el Buscador de nuestro ejemplo mira a su Oscuridad y piensa que no debería existir, en realidad le dice:
“Así como sos está mal, voy a intentar modificarte” o “Vos no pertenecés verdaderamente a mí y, por lo tanto, no voy a mirarte sino que voy a mirar a mi verdadero Ser”
Se da entonces algo sumamente extraño y paradójico; y es que el mismo Buscador que señala al Amor y la Aceptación como lo último y verdadero no ama ni acepta a su Oscuridad sino que la rechaza.
Es decir que el mismo Buscador se vincula con su Oscuridad de una manera opuesta a lo que pregona que es su verdadero ser. El Buscador se vincula con su Oscuridad de una manera opuesta a su propio Sujeto Ideal.
¿Cómo pudo suceder esto?
¿Qué ha ocurrido en realidad?
El Buscador que desea ver o El Buscador que busca ver a su Oscuridad
A diferencia del tipo de Buscador anterior, el segundo tipo de Buscador, a quien denominaremos el Buscador que desea ver no tiene como primer y fundamental objetivo crecer, elevarse, mejorar o cambiar; sino mirar y habitar lo que es. Dar un lugar a aquello que encuentra durante su búsqueda.
Su camino no es “hacia arriba” sino “hacia adentro” o “hacia atrás”, intentando así mirar lo que es desde una perspectiva cada vez más amplia.
Al igual que el Buscador anterior, el Buscador que desea ver se encuentra a lo largo de su proceso con su Oscuridad; también esta Oscuridad está constituida por aquello no es como el Buscador desearía que fuera y también es comparada con el Sujeto Ideal.
Sin embargo, hay una diferencia sutil pero esencial justamente allí donde el Buscador que desea iluminarse no logra poner su consciencia: En el vínculo entre el Buscador y su Oscuridad.
El vínculo entre el Buscador que desea ver y su Oscuridad
Cuando el Buscador que desea ver se topa con su Oscuridad, intenta (aunque muchas veces, quizá la mayoría, no lo consiga plenamente) darle un lugar. Comprende que la Oscuridad también le pertenece y lo constituye tanto como las zonas luminosas, y que tiene derecho a estar.
Coincide con el Buscador anterior en que en última instancia somos seres de luz y fundamentalmente amorosos pero no utiliza esta comprensión para excluir a las instancias anteriores. Se da cuenta también de su propia dificultad para incluir a la Oscuridad, sea esta cual sea, pero asume que esta dificultad es suya y no se la adjudica a la Oscuridad; en otras palabras le da a la oscuridad el derecho a pertenecer más allá de comprender cuánto le cuesta a él (al Buscador) darle el derecho a pertenecer.
Así, mira a la Oscuridad y le dice: “Veo que estás. Reconozco tu derecho a estar y te doy un lugar en mí; más allá de que no es placentero para mí que estés de esta manera y más allá de que me cuesta reconocer tu derecho a tener un lugar en mí”
Se da entonces un Buscador que, lentamente, va acercándose a su Sujeto Ideal, pero en el acto de mirar a su Oscuridad. Es un Buscador que en algún sentido ha comprendido que no hace falta “limpiar” la Oscuridad para encontrar la esencia amorosa sino poder mirar cada vez más amorosamente a esta misma Oscuridad y que es en este mirar donde algo se suelta y donde aparece una perfección diferente a la que se imaginaba anteriormente: La perfección que incluye la imperfección; la luz que incluye la oscuridad.
Así, a diferencia del Buscador que desea iluminarse y que, para conseguirlo tenía que modificar a su Oscuridad; el Buscador que desea ver ha comprendido que para estar un paso más cerca de su esencia amorosa ha tenido que transformarse él mismo, no a su Oscuridad.
Esta diferencia, aunque central, no es sin embargo la única. Hay otra más profunda y más crucial y es la siguiente: Cuando el Buscador que desea iluminarse mira a su Oscuridad y la compara con su Sujeto Ideal, le dice:
“Vos (por la Oscuridad) sos peor que él (por el Sujeto Ideal). Yo lo quiero más a él que a vos”
Por el contrario, cuando el Buscador que desea ver mira a su Oscuridad y la compara con el Sujeto Ideal, le dice:
“Vos (por la Oscuridad) sos. Él (por por el Sujeto Ideal) es solo un ideal; es lindo, agradable y me gusta mirarlo, pero es sólo una idea mía, no es en realidad. Vos sí sos. Y yo solo te quiero a vos, o al menos lo intento”.
Como veremos a continuación, esta diferencia tiene consecuencias de extraordinaria trascendencia.
_______________________________________________________________
La Oscuridad
¿De qué está hecha nuestra Oscuridad? ¿Qué constituye en realidad el núcleo de aquellos aspectos más intrincados, menos vinculados con el otro, más alejados de lo bueno y saludable? ¿Cómo se ha originado? ¿Cuál es su verdad?
A medida que el Buscador que desea ver va dando un lugar a su Oscuridad se va produciendo lenta y paulatinamente otro proceso en su interior que, por supuesto, afecta profundamente el vínculo entre ambos. Como el Buscador comprende que, en última instancia, su Ser es el Amor y como ve que su Oscuridad se encuentra aparentemente alejada de esta esencia amorosa comienza a preguntarse qué es lo que ha ocurrido en el existir de esta Oscuridad que ha hecho que se encuentre como se encuentra.
Así, vuelve a mirarla y le pregunta: “¿Por qué si sos básicamente amorosa estás tan alejada de tu esencia? ¿Qué te ha ocurrido?”
Y luego, espera… Y escucha, y espera…
Y pregunta nuevamente… Y escucha, y espera…
Así, en este proceso sin tiempo, el Buscador que desea ver se va acercando paso a paso a su Oscuridad, mirando como lo que en principio era duro se hace poroso, lo rígido se agrieta, lo oscuro deja entrever su luz.
De esta manera, el Buscador lentamente se acerca y en el acercarse ve como la Oscuridad se va abriendo paulatinamente y como él mismo se abre a su Oscuridad. Y en este abrirse él a ella se abre también al dolor que antes estaba oculto tras lo oscuro y que ahora se ve, apenas; y se duele con ella preguntando como un mantra su pregunta doliente: “¿Qué te ha ocurrido? ¿Por qué si sos básicamente amorosa estás ahora así?”
Finalmente (aunque por supuesto nunca hay un final), sentado junto a su Oscuridad, el Buscador llora con ella y en su llanto continúa repitiendo su pregunta de siempre hasta que un susurro apenas audible comienza a escucharse desde la profundidad de la Oscuridad llorante.
Un susurro apenas, entrecortado y ahogado por tanto tiempo de ser dicho sin decirse.
Un susurro que susurra:
“Por favor, mírame”
Y, quizá: “Mamá/papá, por favor, mírame”.
Cuando esto ocurre, cuando el Buscador escucha el grito susurrante comprende que no hay diferencia entre su Oscuridad y él y que este grito es de todos.
Es el grito humano.
Y entonces, la ve.
_______________________________________________________________
Consecuencias
La Oscuridad mirada

Al observar el proceso que cada uno de los Buscadores lleva a cabo encontramos complejas y profundas diferencias.
Como la Oscuridad en definitiva es siempre un niño no mirado (o un aspecto de un niño no mirado), cada vez que no es mirada por el Buscador queda nuevamente “a la espera” de esta mirada, con las consecuencias que este no ser mirado trae consigo: El incremento del enojo y del dolor.
Así, cuando el Buscador que desea iluminarse busca exclusivamente su luz y queda tan enceguecido por esta búsqueda que no ve a su Oscuridad, reedita así el vínculo que ha hecho que la Oscuridad permanezca oscura y, tal como Jung señala, en la sombra.
Este no mirar hace que se lleve a cabo el proceso que se lleva a cabo en todo aquello que es excluido: Lo excluido se incrementa y tiende a aparecer en forma abrupta y desproporcionada.
Para decirlo en otras palabras: Como la Oscuridad no tiene un lugar reconocido por el Buscador tiende a aparecer abruptamente ocupando todo el lugar
Como no tiene una habitación en la casa tiende a aparecer tomando toda la casa.
Así, la búsqueda exclusiva de luz, oscurece.
Por su parte, a medida que el Buscador que desea ver consigue acercarse a su Oscuridad se da en ésta una escena inédita: Alguien la ve, alguien le da un lugar, alguien ve su dolor y se duele junto a ella. Este movimiento del Buscador tiene efectos trascendentes para la Oscuridad, que, en tanto niño no mirado, tiene ahora alguien que sí la mira y, por lo tanto, un punto de apoyo (el Buscador) a partir del cual crecer hacia su propia esencia luminosa.
Así, como la Oscuridad se siente incluida y con su lugar reconocido, no necesita irrumpir de manera violenta ni intentar tomar todo el lugar.
Teniendo su propia habitación no necesita tomar la casa.
Finalmente, el poder mirar la Oscuridad, ilumina.
El Buscador doliente

 Sin embargo las consecuencias no son solo para la Oscuridad sino también para el Buscador.
Así, nuestro primer Buscador, el Buscador que desea iluminarse va también atravesando un proceso complejo y paradójico. Al inicio del camino su luz es franca y abierta. Está lleno de expectativas y se ve en sus ojos la luz que tiene en su interior. Esta luz no niega su Oscuridad ya que ve a su Oscuridad, como algo a cambiar, pero la ve.
Sin embargo, luego de un tiempo prolongado de estar inmerso en este proceso de búsqueda exclusiva de su luz y de intentar excluir su Oscuridad algo ha ocurrido. Su rostro ya no es fresco. Su luz ya casi no está allí. Hay una mueca de lo anhelado, pero en su mirada hay dureza y enojo.
Y desagrado.
Bajo el maquillaje de la luminosidad su rostro está oscuro.
La negación del dolor y el enojo han esculpido un rostro amargado.
Su Oscuridad lo ha tomado.
Por su parte, el Buscador que desea ver ha sufrido un proceso diferente.
Al comienzo su mirada es parecida al anterior; pero luego de un tiempo prolongado es distinta, su rostro se ha ablandado, sus ojos están siempre a la orilla del agua y su mirada es profunda e inabarcable.  Y, por qué no, inquietante y abismal.
Hay en su cara arrugas blandas y abiertas y un color como de ocaso lo acompaña siempre.
Es feliz, con una felicidad que está tan cerca del dolor humano que casi se confunde con él.
Y mira a la vida. Y a la muerte.
Al habitar su Oscuridad, su Oscuridad está en él. Y también su luz.
Quizá ambos buscadores son en realidad uno solo. Y el segundo es solo la continuidad del primero.
Como en un lento proceso de crecimiento que nos lleva toda(s) la(s) existencia(s) y en el cual cada Buscador debe pasar por todos y cada uno de los casilleros, retornando todas las veces que sea necesario para incluir aquello que ha quedado excluido y llevarlo consigo como parte integrante y constitutiva de lo que somos antes de llegar al final inexistente.
Porque quizá eso se nos exige, que nos incluyamos hasta el final.
Porque solo allí está nuestra pequeña Luz.
Justo al lado de nuestra Oscuridad.


[1] Este es un punto sumamente complejo ya que el Sujeto y el Buscador suelen ser experimentados (y muchas veces comprendidos a nivel teórico) como si fuera la misma entidad. Para tener más claridad sobre este punto diremos que cuando hablamos de Sujeto nos referimos a la persona en sí misma, como una unidad compleja que tiene en su interior diferentes aspectos, emociones, sensaciones, ideas y valores. Por otro lado, cuando hablamos de Buscador nos referimos a un aspecto interno del Sujeto que desea acercarse con la mayor plenitud posible a su esencia amorosa.
Así, para una comprensión profunda de esta cuestión es fundamental poder diferenciar ambas instancias comprendiendo que el Sujeto tiene en su interior al Buscador y a la Oscuridad y que ambos son aspectos diferentes.
Ahora bien, la confusión suele darse en el hecho de que, en general y fundamentalmente en el comienzo del proceso, el Sujeto también desea acercarse con la mayor plenitud posible a su esencia amorosa y, por lo tanto, suele identificarse casi exclusivamente con el Buscador dejando excluida a la Oscuridad, con las consecuencias que esta exclusión conlleva.
Sin embargo dejaré esta cuestión para otros artículos y no diferenciaré en el presente artículo entre ambas instancias más de lo que lo he hecho en la introducción.
[2] Ver Nota 1

No hay comentarios:

Publicar un comentario