miércoles, 16 de abril de 2014

Budismo zen y psicoanálisis II


                                                              EXTRACTOS DE “BUDISMO ZEN Y PSICOANÁLISIS”

                                                                                                     D. T. Suzuki y Erich Fromm


El método Zen consiste en penetrar directamente en el objeto mismo y verlo, como si dijéramos, desde dentro. Conocer la flor es convertirse en la flor, ser la flor, florecer como la flor, y gozar de la luz del sol y de la lluvia. Cuando se hace esto, la flor me habla y conozco todos sus secretos, todas sus alegrías, todos sus sufrimientos; es decir, toda su vida vibrando dentro de si misma. No solo eso: al lado de mi conocimiento de la flor, conozco todos los secretos del universo, lo que incluye todos los secretos de mi propio Yo. Al conocer la flor me conozco a mi mismo. Es decir, al perderme en la flor conozco mi Yo lo mismo que a la flor.

Llamo a este tipo de acercamiento a la realidad la manera Zen, la manera pre científica, meta científica o aun anticientífica. Esta manera de conocer o de ver la realidad puede llamarse también de conación o creadora. En tanto que la manera científica mata, asesina al objeto y, al diseccionar el cuerpo y reunir otra vez las partes, trata de reproducir el cuerpo vivo original, lo que es realmente un imposible, la manera Zen toma la vida tal como es vivida en vez de recortarla en pedacitos y de tratar de restaurarle la vida mediante la intelección o, por la abstracción, de pegar las piezas rotas. La manera Zen preserva la vida como vida; ninguna cuchilla quirúrgica la toca.

El poeta Zen canta:

Toda queda a su belleza natural,

Su piel está intacta,

Sus huesos son como son:

No hay necesidad de pinturas, de polvos de ningún tono.

Es como es, ni más ni menos,

Qué maravilloso!

Las ciencias se refieren a abstracciones y no hay actividad en ellas. El Zen se sumerge en la fuente de la creatividad y bebe toda la vida que hay en ella. Esta fuente es el Inconsciente del Zen.

La flor, sin embargo, es inconsciente de si misma. Soy yo quien la despierto del inconsciente.

No puedo determinar donde está precisamente el inconsciente. Está en mí? .O está en la flor? Quizá cuando pregunto .Donde? no está en ninguna parte. Si es así, déjenme estar en él y no decir nada.

Mientras que el científico mata, el artista trata de recrear. Sabe que la realidad no puede ser alcanzada mediante la disección. Por eso utiliza una tela y un pincel y trata de crear a partir de su inconsciente. Cuando este inconsciente se identifica sincera y auténticamente con el Inconsciente Cósmico, las creaciones del artista son auténticas. Ha creado realmente algo; su obra no es copia de nada; existe por derecho propio. Pinta una flor que, si florece de su inconsciente, es una nueva flor y no una imitación de la naturaleza.

El abad de cierto monasterio Zen quería que el techo del Salón Dharma fuera decorado con un dragón. Se pidió a un notable pintor que hiciera el trabajo. Aceptó, pero se lamentó de no haber visto nunca un verdadero dragón, si es que estos existían realmente. El abad le dijo: No le importe no haber visto a esa criatura. Conviértase en uno, transfórmese en un dragón viviente y píntelo. No trate de seguir el molde convencional. El artista preguntó: .Cómo puedo convertirme en dragón? Replicó el abad: Retírese a sus habitaciones privadas y concentre en eso toda su mente.

Llegará el momento en que sienta que debe pintarlo. Ese es el momento en que usted se habrá convertido en dragón y el dragón lo impulsará a darle una forma.

De paso, quiero referirme a otra historia del encuentro de un dragón con un pintor chino. Este pintor quería pintar un dragón pero, como nunca había visto uno vivo, añoraba una buena oportunidad. Un día un dragón auténtico se asomó por la ventana y dijo: Aquí estoy, píntame! El pintor se sorprendió tanto ante este visitante inesperado que se desmayó, en vez de mirarlo cuidadosamente. No pudo hacer ningún retrato de un dragón viviente.

Ver no es suficiente. El artista debe meterse en la cosa, sentirla interiormente y vivir él mismo su vida.

Se dice que Thoreau fue un naturalista mucho mejor que los profesionales. Lo mismo puede afirmarse de Goethe. Conocían a la naturaleza por ser capaces de vivirla. Los científicos la tratan objetivamente, es decir, superficialmente. Yo y Tu puede ser cierto, pero no podemos decirlo con certeza; porque tan pronto como lo decimos, Yo soy Tu y Tu eres Yo.

El dualismo puede sostenerse solo cuando se apoya en algo que no es dualista. La ciencia prospera con el dualismo; por eso, los científicos tratan de reducirlo todo a medidas cuantitativas. Para este fin inventan todo tipo de instrumentos mecánicos. La técnica es la clave de la cultura moderna. Todo lo que no pueda reducirse a la cuantificación es rechazado como no científico o como pre científico. Imponen una serie de reglas y todas las cosas que la eluden son descartadas como algo que no pertenece a su campo de estudio. Por finas que sean las mallas, mientras lo sean, algunas cosas se les escaparán sin duda y estas cosas, por tanto, no pueden ser medidas de ninguna manera. Las cantidades están destinadas a ser infinitas y las ciencias confesaran algún día su incapacidad para apresar la realidad.

El inconsciente está fuera del campo del estudio científico.

Por tanto, lo único que pueden hacer los científicos es señalar la existencia de ese campo. Y basta con que la ciencia haga esto.

El inconsciente es algo que debe sentirse, no en el sentido ordinario, sino en lo que yo llamaría el sentido más primario o fundamental.

Esto puede requerir una explicación. Cuando decimos: Siento la mesa dura, o Siento frío, este tipo de sensación pertenece al dominio de los sentidos, y puede distinguirse de sentidos tales como el del oído o la vista. Cuando decimos: Me siento solo” Me siento exaltado, esto es más general, más totalizador, más interior, pero pertenece aun al campo de la conciencia relativa.

Pero el sentimiento del inconsciente es mucho más básico, más primario, y señala la edad de la Inocencia, cuando todavía no se ha producido el despertar de la conciencia de la llamada Naturaleza caótica. La naturaleza, sin embargo, no es caótica porque nada caótico puede existir por si mismo. Es simplemente un concepto dado al campo que se niega a ser medido por las reglas ordinarias del raciocinio. La naturaleza es caótica en el sentido de que es una reserva de posibilidades infinitas. La conciencia que surge de este caos es algo superficial, que solo toca el margen de la realidad.

Nuestra conciencia no es sino una insignificante isla que flota en el Océano que rodea a la Tierra. Pero, a través de este pequeño fragmento de tierra podemos contemplar la inmensa extensión del inconsciente mismo; la sensación de esto es todo lo que podemos tener, pero este sentimiento no es algo pequeño, pues por él podemos lograr que nuestra existencia fragmentaria adquiera su pleno significado y así podemos tener la seguridad de que no vivimos en vano. La ciencia, por definición, nunca puede darnos la sensación de plena seguridad y falta de miedo que es el resultado de nuestra sensación del inconsciente.

No puede esperarse que todos seamos científicos, pero estamos constituidos de tal manera por la naturaleza que todos podemos ser artistas -no, por supuesto, artistas especializados, como pintores, escultores, músicos, poetas, etc., sino artistas de la vida. Esta profesión, artista de la vida, puede sonar a algo nuevo y muy raro, pero en realidad todos nacemos artistas de la vida y, sin saberlo, la mayoría de nosotros no logramos serlo y el resultado es que hacemos un desastre de nuestras vidas preguntando: Cuál es el sentido de la vida?, “No estamos frente a la nada absoluta?, .Adónde vamos después de vivir setenta y ocho o noventa anos? Nadie lo sabe, etc. Se me dice que la mayoría de los hombres y mujeres modernos están neuróticos por esta causa. Pero el hombre dedicado al Zen puede decirles que todos han olvidado que nacieron artistas, artistas creadores de vida y que, tan pronto como comprenden este hecho y esta verdad, se curarán de la neurosis o psicosis o como quiera que le llamen a su trastorno.

.Qué significa, pues, ser un artista de la vida?

Los artistas de cualquier tipo, hasta donde sabemos, tienen que usar uno u otro instrumento para expresarse, para mostrar su capacidad creadora en una u otra forma. El escultor tiene que tener piedra, madera o yeso y un cincel o algún otro instrumento para imprimir sus ideas sobre el material. Pero un artista de la vida no necesita salirse de si mismo. Todo el material, todos los implementos, toda la capacidad técnica que se requieren ordinariamente están dentro de él desde que nace, quizá aun antes de que sus padres le dieran la vida. Esto es extraño, extraordinario, exclamarán quizá ustedes. Pero si piensan por un tiempo en ello comprenderán, sin duda, lo que quiero decir. Si no, seré más explícito y les diré: el cuerpo, el cuerpo físico que todos tenemos, es el material, que corresponde a la tela del pintor, la madera, la piedra o el yeso del escultor, el violín o la flauta del músico, las cuerdas vocales del cantante. Y todo lo que se relaciona con el cuerpo, como las manos, los pies, el tronco del cuerpo, la cabeza, las vísceras, los nervios, las células, los pensamientos, los sentimientos, los sentidos -de hecho, todo lo que constituye la personalidad- es a la vez el material y los instrumentos con que la persona moldea su genio creador en la conducta, en la actitud y en todas las formas de acción, en la vida misma, en una palabra. Para una persona así, su vida refleja cada una de las imágenes que crea a partir de su fuente inextinguible del inconsciente. Para esa persona, cada uno de sus actos expresa originalidad, capacidad creadora, su personalidad viva. No hay en ello convencionalismo, conformidad, ni motivación inhibitoria. Se mueve como le place. Su conducta es como el viento que sopla donde quiere. No tiene un yo encasillado en su existencia fragmentaria, limitada, restringida, egocéntrica. Ha salido de su prisión.

 Uno de los grandes maestros Zen de la época Tang, dice: Un hombre que es dueño de si mismo, dondequiera que se encuentre, se comporta con fidelidad a si mismo. A este hombre es a quien yo llamo el verdadero artista de la vida. Su Yo ha tocado el inconsciente, la fuente de posibilidades infinitas. La suya es la no-conciencia.

Dice San Agustín: Ama a Dios y haz lo que quieras.Esto corresponde al poema de Bunan, el maestro Zen del siglo XVII:

Mientras vivas

sé un hombre muerto,

absolutamente muerto;

y actúa como quieras,

y todo está bien.

Amar a Dios es no tener yo, no tener conciencia, convertirse en un hombre muerto, liberarse de las motivaciones restrictivas de la conciencia. El Buenos días de este hombre carece de cualquier elemento humano de ningún tipo de interés creado. Se le habla y responde. Tiene hambre y come. Al parecer, es un hombre natural, que surge directamente de la naturaleza sin las ideologías complicadas del hombre moderno civilizado. Pero cuan rica es su vida interior! Porque está en comunión directa con el gran inconsciente.

 No sé si es correcto llamar a este tipo de inconsciente el Inconsciente Cósmico. La razón por la que me gusta llamarlo así es porque lo que generalmente llamamos el campo relativo de la conciencia, se desvanece en lo desconocido y este desconocido, una vez reconocido, entra en la conciencia ordinaria y pone en orden todas las complejidades que nos han venido atormentando en mayor o menor grado. Lo desconocido se relaciona así con nuestra conciencia y, en esa medida, desconocido

y conciencia deben ser de la misma naturaleza y compartir una comunicación mutua. Podemos afirmar así que nuestra limitada conciencia, en tanto que conocemos su limitación, nos conduce a todo tipo de preocupaciones, miedo, inestabilidad. Pero tan pronto como se descubre que nuestra conciencia surge de algo que, aunque no conocido de la manera que lo son las cosas relativas, está íntimamente relacionado con nosotros, se alivia todo tipo de tensión y quedamos en paz con nosotros mismos y con el mundo en general. ¿No podemos llamar a este desconocido el Inconsciente Cósmico o la fuente de infinita capacidad creadora por la que no solo los artistas de todo tipo nutren sus inspiraciones, sino aun nosotros, los seres ordinarios, podemos, cada uno de acuerdo con sus dotes naturales, convertir la vida en algo de auténtico arte?

La siguiente historia puede ilustrar en cierta medida lo que quiere decir al hablar de la transformación de nuestra vida diaria en algo artístico. Dogo, siglo VIII, fue un gran maestro Zen de la dinastía Tang. Tenía un joven discípulo que quería que le enseñara el Zen. Permaneció con el maestro durante algún tiempo pero no hubo ninguna enseñanza específica. Un día se acercó al maestro y le dijo: He estado contigo durante algún tiempo, pero no he recibido ninguna instrucción. Por qué? Te suplico tengas la bondad de aconsejarme. El maestro dijo: Pero si he venido instruyéndote en el Zen desde que viniste a verme! Protestó el discípulo: Dime por favor que instrucción fue esa. Cuando me ves por la mañana me saludas y yo te respondo. Cuando me traen la comida matutina la acepto agradecido. .Donde no señalo la esencia del espíritu? Al oír esto, el discípulo inclinó la cabeza y pareció absorto en descifrar el sentido de las palabras del maestro. Este le dijo entonces: Tan pronto como empiezas a pensar en eso, ya no está. Debes verlo inmediatamente, sin razonamiento, sin vacilación. Se cuenta que esto despertó al discípulo a la verdad del Zen.

La verdad del Zen, un poquito de esta verdad, es lo que convierte la propia vida sin alicientes, una vida de lugares comunes monótonos, incapaces de inspirar, en una vida de arte, plena de autentica capacidad creadora interior. Hay en todo esto algo que precede al estudio científico de la realidad, algo que no puede vaciarse en las mallas del aparato científicamente construido. El inconsciente en su sentido Zen es, sin duda, lo misterioso, lo desconocido, y por esta razón acientífico o pre científico. Pero esto no significa que este más allá del alcance de nuestra conciencia y sea algo con lo que nada tengamos que hacer. En realidad es, por el contrario, lo que nos resulta más íntimo y precisamente por esta intimidad, resulta difícil captarlo, de la misma manera que el ojo no puede verse a si mismo. Cobrar conciencia, pues, del inconsciente, requiere un entrenamiento especial por parte de la conciencia.

Etiológicamente, la conciencia fue despertada del inconsciente en algún momento del curso de la evolución. La naturaleza se abre camino sin conciencia de si misma y el hombre consciente surge de ella. La conciencia es un salto, pero el salto no puede significar una desconexión en sentido físico. Porque la conciencia está en constante, ininterrumpida comunión con el inconsciente. En verdad, la primera no funcionaría sin el último; perdería su base de operación. Esta es la razón por la que el Zen declara que el Tao es la conciencia de todos los días. Por Tao, el Zen se refiere por supuesto al inconsciente, que funciona siempre en nuestra conciencia.

El siguiente mondo (pregunta y respuesta) puede ayudarnos a entender algo del inconsciente del Zen. Cuando un monje preguntó a un maestro lo que quería decir la conciencia de todos los días, aquel respondió: Cuando tengo hambre, como; cuando estoy cansado, duermo. Estoy seguro que ustedes preguntarán: Si este es el inconsciente del que hablan ustedes, los que se dedican al Zen, como de algo muy misterioso y del mayor valor en la vida humana como agente transformador, no podernos evitar ponerlo en duda. Todos estos hechos inconscientes han sido relegados desde hace mucho tiempo a nuestro campo de reflejos instintivos de la conciencia, de acuerdo con el principio de la economía mental. Nos gustaría que el inconsciente estuviera relacionado con una función mucho más elevada de la mente, especialmente cuando, como en el caso de un espadachín, esto solo se alcanza después de largos años de esforzado adiestramiento. Por lo que a estos actos reflejos, como comer, beber, dormir, etc., se refiere, son compartidos por los animales inferiores así

como por los niños pequeños. Es indudable que el Zen no puede valorarlos como algo en lo que el hombre plenamente maduro tiene que tratar de encontrar un sentido.

Veamos si hay o no una diferencia esencial entre el inconsciente instintivo y el inconsciente altamente adiestrado. Bankei, uno de los grandes maestros japoneses modernos del Zen, acostumbraba enseñar la doctrina de lo Nonato. Para demostrar su idea señalaba hechos de nuestra experiencia diaria como oír a un pájaro gorjear, ver una flor que florece, etc., y decía que todos se deben a la presencia en nosotros de lo Nonato. Cualquiera que sea el satori  debe basarse en esta experiencia y en ninguna otra, concluía. Esto parece señalar superficialmente la identificación de nuestro dominio de los sentidos y lo Nonato tan metafísico. En cierto sentido, la identificación no es errónea, pero en otro sentido si lo es. Porque lo Nonato de Bankei es la raíz de todas las cosas e incluye no solo el dominio de los sentidos de nuestra experiencia diaria sino la totalidad de todas las realidades pasadas, presentes y futuras y llena el cosmos hasta el colmo de los diez cuartos. Nuestra conciencia de todos los días, nuestra experiencia diaria o nuestros actos instintivos, en tanto son considerados en si mismos, no tienen valor ni significación especiales. Los adquieren solo cuando se refieren a lo Nonato o lo que he llamado el Inconsciente Cósmico. Porque lo Nonato es la fuente de todas las posibilidades creadoras. Sucede que, cuando comemos no somos nosotros los que comemos sino lo Nonato; cuando dormimos, cansados, no somos nosotros los que dormimos sino lo Nonato. Mientras el inconsciente es instintivo, no va más allá del de los animales o los niños. No puede ser el del hombre maduro. Lo que pertenece a este ultimo es el inconsciente adiestrado en el que todas las experiencias conscientes por las que ha atravesarlo desde la infancia son incorporadas como constituyentes de todo su ser. Por esta razón, en el caso del espadachín, tan pronto como toma su espada, su destreza técnica, junto con su conciencia de toda la situación, retroceden a un segundo plano y su inconsciente adiestrado empieza a desempeñar su parte al máximo grado. La espada es manejada como si tuviera un alma.

Quizá podemos decir esto: el inconsciente en tanto que se relaciona con el dominio de los sentidos, es el resultado de un largo proceso de evolución en la historia cósmica de la vida y es compartido por igual por animales y niños. Pero a medida que el desarrollo intelectual se produce, cuando crecemos, el dominio de los sentidos es invadido por el entendimiento y se pierde la ingenuidad de la experiencia sensible. Cuando sonreímos, no es solo sonreír; se añade algo más. No comemos como lo hicimos en nuestra infancia; el comer se mezcla con la intelección. Y como todos advertimos esta invasión por el entendimiento o la mezcla con el entendimiento, los simples medios biológicos quedan contaminados por el interés egocéntrico. Esto significa que hay ahora un intruso en el inconsciente, que ya no puede moverse directa ni inmediatamente al campo de la conciencia y todos los actos que han sido relegados a funciones biológicamente  instintivas asumen ahora el papel de actos consciente e intelectualmente dirigidos.

Esta transformación es conocida como la pérdida de la inocencia o la adquisición del conocimiento según el mito bíblico. En el Zen y en el budismo en general, se llama la contaminación afectiva (klesha) o la interferencia de la conciencia con predominio de la intelección (vijnana). El Zen pide ahora al hombre maduro que se limpie de esta contaminación afectiva y que se libere de la interferencia intelectual consciente, si desea sinceramente realizar una vida de libertad y espontaneidad donde no puedan asaltarlo sentimientos perturbadores como el temor, la angustia o la inseguridad. Al realizarse esta liberación, el inconsciente adiestrado opera en el campo de la conciencia.

Entonces ya sabemos lo que es el Nonato de Bankei o la conciencia de todos los días del maestro chino del Zen. Estamos ahora listos para escuchar el consejo de Takuan a su discípulo el espadachín Yagyu Tajima-no-kami. El consejo de Takuan se refiere sobre todo a mantener la mente siempre en el estado de afluencia, pues dice que cuando se detiene en alguna parte esto significa que la afluencia se interrumpe y es esta interrupción la que resulta perjudicial para el bienestar de la mente. En el caso del espadachín, significa la muerte. El tinte afectivo oscurece el espejo del prajna (Sabiduría, comprensión) primario del hombre y la deliberación intelectual obstruye su actividad innata. Prajna, llamado por Takuan prajna inmóvil, es el factor que dirige todos nuestros movimientos, interiores y exteriores, y cuando es obstruido, la mente consciente se paraliza y la espada, sin tener en cuenta la actividad directiva innata, libre, espontánea del prajna inmóvil, que corresponde a nuestro inconsciente, empieza a obedecer la técnica conscientemente adquirida del arte. Prajna es el motor inmóvil que opera inconscientemente en el campo de la conciencia. Cuando el espadachín se enfrenta a su oponente, no debe pensar en el oponente, ni en si mismo ni en los movimientos de la espada de su enemigo. Simplemente debe estar ahi, con su espada, la cual, olvidando toda técnica, esta lista a seguir solo los dictados del inconsciente. El hombre se ha borrado como manejador de la espada. Cuando ataca, no es el hombre sino la espada en manos del inconsciente la que ataca.

Hay relatos en los que el hombre mismo no ha cobrado conciencia del hecho que ha abatido al opositor inconscientemente.

El funcionamiento del inconsciente es en muchos casos simplemente milagroso. Pondré un ejemplo: Los siete samuráis. En esta película japonesa se presenta una escena donde los samuráis sin empleo son sometidos a una prueba de su habilidad en el manejo de la espada. Esto es ficticio, pero no hay duda que todo se basa en hechos históricos. El jefe de la empresa inventó la forma por la que sería puesto a prueba cada espadachín. Situó a un joven de la aldea detrás de la entrada por la que deberían pasar todos los que entraran al edificio. Tan pronto como el samurai intentara pasar el umbral, el joven debía golpearlo súbitamente con un palo y ver cómo se comportaba el recién llegado.

El primero fue sorprendido y recibió el golpe del palo con toda su fuerza. No pasó la prueba. El segundo evadió el golpe y golpeó a su vez al joven. No se le consideró lo bastante bueno como para pasar la prueba. El tercero se detuvo en la puerta y le dijo a quien se ocultaba tras ella que no intentara un truco tan sucio con un guerrero tan experimentado. Porque éste percibió la presencia de un enemigo secreto adentro aun antes de ver al que estaba tan seguramente escondido. Esto se debía a la larga experiencia por la que había pasado este samurai en aquellos días turbulentos. Probó

ser así un candidato apto para la labor que había que realizar en la aldea.

Esta sensación de la existencia de un enemigo invisible parece haberse desarrollado entre los espadachines en un grado notable en aquellos días feudales, cuando el samurai tenía que estar sobre la alerta en cualquier posible situación que pudiera surgir en su vida cotidiana. Aun dormido estaba listo a enfrentarse a un acontecimiento imprevisto.

No sé si este sentido podría llamarse un sexto sentido o una especie de telepatía y, por tanto, ser un tema de la llamada parapsicología. Quiero mencionar cuando menos que los filósofos del arte de la espada atribuyen este sentido adquirido por el espadachín al funcionamiento del inconsciente, que se despierta cuando alcanza un estado de despersonalización, de no-conciencia. Dirían que cuando el hombre es adiestrado hasta alcanzar el más alto grado del arte, no tiene la conciencia relativa ordinaria con la que está envuelto en la lucha por la vida y la muerte, y que cuando su adiestramiento se pone en práctica, su mente es como un espejo en el que se refleja todo

pensamiento que pueda haber en la mente del opositor, y sabe de inmediato dónde y cómo atacar al oponente. (Para ser exactos, esto no es conocimiento sino una intuición que se realiza en el inconsciente). Su espada se mueve, como si dijéramos, por si misma, sobre un oponente que encuentra imposible la defensa porque la espada cae en el lugar donde el oponente no está en guardia. El inconsciente del espadachín es así, se dice, el resultado de la despersonalización que, de acuerdo con la Razón del Cielo y de la Tierra, abate todo lo que está en contra de esta Razón. La carrera o la batalla del arte de la espada, no es para el más rápido, el más fuerte o el más diestro, sino para aquel cuyo espíritu es puro y despersonalizado.

Que aceptemos o no esta interpretación es otro problema; el hecho es que el maestro posee lo que podemos designar como el inconsciente y que este estado anímico se alcanza cuando deja todo a algo que no es su conciencia relativa. Llamamos a esto algo o alguien; como está fuera del campo ordinario de la conciencia no tenemos palabra para designarlo salvo un nombre negativo, X, o el inconsciente. Lo desconocido, o X,  es demasiado vago y como se relaciona con la conciencia de tal manera que X se aprovecha de toda la habilidad técnica adquirida conscientemente, puede ser designada, no impropiamente, como el inconsciente.

.Cuál es la naturaleza de este inconsciente? .Está todavía dentro del campo de la psicología, aunque en el sentido más amplio del término? .Se relaciona de alguna manera con la fuente de todas las cosas, como la Razón del Cielo y la Tierra o con algún otro concepto que aparezca en la ontología de los pensadores orientales? .O debemos llamarlo el gran conocimiento perfecto del espejo (adarsanajnana), como lo llaman a veces los maestros zen?

El siguiente incidente, relatado por Yagyu Tajima-no-kami Munenori, un discípulo de Takuan, el maestro Zen, quizá no este relacionado directamente con el inconsciente descrito en la parte precedente de este ensayo. Una de las razones es que no se enfrenta realmente al enemigo. Pero quizá no sea indiferente para el psicólogo el descubrir que una facultad que puede ser llamada casi parapsíquica pueda desarrollarse mediante cierta forma de disciplina. Puedo añadir tal vez que el caso de Yagyu Tajima-no-kami no ha sido comprobado, por supuesto, de una manera científica. Pero hay varios de estos casos registrados en los anales del arte japonés de la esgrima y aun en nuestras experiencias modernas hay razón para creer en la probabilidad de esa intuición telepática, si bien que debo repetir que este tipo de fenómeno psicológico no tiene probablemente nada que ver con el inconsciente del que he estado hablando.

Yagyu Tajima-no-kami estaba en un día de primavera en su jardín admirando los cerezos en flor. Estaba, en apariencia, profundamente absorto en la contemplación. De repente sintió que un sakki  lo amenazaba por la espalda. (Sakki significa literalmente aire de asesinato. Es algo indescriptible, que solo se siente en el interior como si emanara de una persona o de un objeto. El sakki surge también de una persona que abriga oculta o manifiestamente la idea de matar a alguien. Este aire, según se dice, flota también sobre un destacamento de soldados con intenciones de atacar al enemigo).  Yagyu se dio vuelta, pero no vio cerca otro ser humano que el paje que generalmente sigue a su señor llevándole la espada. Yagyu no pudo determinar de qué fuente emanaba el sakki. Este hecho lo dejó considerablemente sorprendido. Porque había adquirido, después de un largo adiestramiento en el arte de la espada, una especie de sexto sentido por el que era capaz de advertir de inmediato la presencia del sakki. Pronto se retiró a su habitación y trató de resolver el problema, que le preocupaba mucho. Pues con anterioridad nunca había cometido un error al advertir y localizar claramente el origen del sakki al sentir su presencia. Parecía tan molesto consigo mismo que todos los miembros del séquito temían acercársele para preguntarle qué le pasaba. Por fin, uno de los servidores más viejos se le acercó para preguntarle si no se sentía enfermo y si no necesitaba alguna ayuda. Dijo el señor: No, no estoy enfermo. Pero he experimentado algo extraño cuando estaba en el jardín, algo que escapa a mi entendimiento. Estoy examinando la cuestión. Y le relató todo el incidente. Cuando los servidores se enteraron de ello, el paje que seguía al señor se acercó temblando e hizo su confesión: Cuando vi a su señoría tan absorto admirando los cerezos en flor, me asaltó la idea: Por diestro que sea nuestro señor en el uso de la espada, no podría probablemente defenderse si en este momento yo lo atacara de repente por la espalda. Es probable que este pensamiento secreto mío fuera sentido por el señor. Al confesar, el joven estaba dispuesto a ser castigado por el señor por su pensamiento indecoroso. Esto aclaró todo el misterio que había preocupado tanto a Yagyu; éste no estaba en ánimo de castigar al ingenuo y joven culpable. Le satisfizo advertir que su sensación no había errado.


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Las virtudes cardinales de un hombre dedicado al zen, o las seis paramitas son:


1. Dana (caridad)

2. Sila (preceptos)

3. Ksanti (humildad)

4. Virya (energía)

5. Dhyana (meditación)

6. Prajna (sabiduría)


1) La caridad, o donación, es dar para beneficio y bienestar de todos los seres,  cualquier cosa y todo lo que uno es capaz de dar: no solo bienes materiales, sino conocimiento, mundano así como religioso o espiritual. Estar dispuestos a dar inclusive su vida por salvar a los demás.


2) los Preceptos, dados por Buda, conducen a la vida moral. Tienden a mantener el orden de la fraternidad (sangha). La sangha es una sociedad modelo, cuyo ideal es conducir una vida pacifica, armoniosa.


3) La humildad significa atravesar pacientemente, o más bien con ecuanimidad, los actos de humillación. Como dice Confucio: “El hombre superior no debe guardar resentimientos ni aun cuando su trabajo o su mérito no sean reconocidos por otros.” Ningún devoto budista se sentiría humillado por no ser plenamente apreciado, ni aun por ser injustamente ignorado. Se mantendría paciente bajo cualquier condición desfavorable.


4) Energía: estar siempre dispuesto a realizar todo lo que está de acuerdo con el Dharma.


5) Meditación: conservar el propio estado de ánimo tranquilo en cualquier circunstancia, desfavorable o favorable, y no sentirse perturbado ni frustrado en absoluto, aun cuando se presenten, una tras otra, situaciones adversas. Esto requiere un gran entrenamiento.


6) No hay una palabra occidental correspondiente  a Prajna, aunque se traduce como sabiduría. Es la experiencia que un hombre tiene cuando siente, en un sentido más fundamental, la infinita totalidad de las cosas; es decir, hablando en términos psicológicos, cuando el ego finito, rompiendo su dura corteza, se refiere al infinito que envuelve todo lo finito y limitado y, por tanto, transitorio. Podemos tomar esta experiencia como algo semejante a una intuición totalizadora de algo que trasciende a todas nuestras experiencias particularizadas o específicas.


7) Ken chu to. El hombre que ha llegado a su destino; trabaja tan esforzadamente como siempre y permanece en este mundo entre sus semejantes. Sus actividades diarias no varían; lo que se modifica es su subjetividad. Su conducta exterior no significa mucho; está plenamente dedicado a su vida interior. Exteriormente puede vestir harapos y trabajar como un jornalero insignificante.


El zen puede aparecer ocasionalmente demasiado enigmático, críptico y lleno de contradicciones, pero es después de todo, una disciplina y enseñanza simples:


Hacer el bien,

Evitar el mal,

Purificar el propio corazón:

Este es el Camino de Buda.


                                                                                      

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