Bert Hellinger
(Texto publicado en
la página web: hellinger.com)
Resumen y
Traducción: Tiiu Bolzmann – Silvia Ursula Murck
México, marzo de
2003
Ayudar, qué significa?
Ayudar es un arte. Como todo
arte, es necesario conocerlo, se lo puede aprender y practicar.
La ayuda como compensación
Como seres
humanos dependemos de la ayuda de otros. Solo así nos podemos desarrollar.
También necesitamos ayudar a otros. Quien no es necesitado, quien no puede
ayudar a otros, se aisla y atrofia. El ayudar entonces, no solo sirve a los
otros, sino a nosotros mismos. En regla general la ayuda es recíproca, p.ej. en
una pareja; y se regula según la necesidad de compensación. Quien recibió de
otros lo que desea o necesita, quiere retribuir, es decir quiere dar y con este
acto compensar la ayuda recibida.
A veces nos
sentimos limitados en la compensación, por ejemplo frente a nuestros padres. Lo
que ellos nos regalaron, es demasiado grande, como para poder encontrar una
compensación en el dar. A ellos solo podemos darles el reconocimiento por el
regalo recibido y el agradecimiento desde el corazón. La compensación solo se
logra, dando a otros, los cuales a nosotros tampoco nos pueden devolver, pero
están dispuestos a pasar lo recibido, por ejemplo a los propios hijos.
Para poder
ayudar, primero tenemos que haber recibido y tomado. Solo entonces sentimos la
necesidad y la fuerza, de ayudar a otros, especialmente cuando esta ayuda nos
exige mucho. Esto presupone, que aquellos, a quienes queremos ayudar y lo que
estamos dispuestos y capaces de dar, lo necesiten y quieran recibir. Si no,
nuestra ayuda cae en el vacío. En este caso separa en lugar de
unir.
Primer orden de la ayuda
El primer
orden de la ayuda sería que uno da solamente lo que tiene y solo espera o toma,
lo que necesita. El primer desorden de la ayuda comienza allí, donde uno quiere
dar lo que no tiene, y el otro quiere tomar, lo que no necesita; o cuando uno
espera y exige del otro, lo que éste no puede dar, pues no lo tiene, pero
también donde alguien no debe dar algo, pues con este dar le quitaría al otro
algo, que solo él debe o puede llevar y puede o debe hacer. El dar y el tomar
tiene sus límites. El arte de ayudar
consiste en percibir esos límites y someterse a ellos.
Esta forma de
ayuda es humilde, renuncia a la exigencia y también al dolor. En las
constelaciones familiares se muestra con qué se debe confrontar tanto el que
ayuda como el que pide la ayuda, por ejemplo cuando el constelador renuncia a
la ayuda interrumpiendo la
constelación. Tenemos que saber asimismo, que esta humildad y esta renuncia
contradicen las formas tradicionales de ayuda verdadera, y el que ayuda de esta
manera se expone a reproches y fuertes ataques.
El segundo orden de la ayuda
La ayuda está
al servicio de la supervivencia por un lado y del desarrollo y del crecimiento.
Pero tanto la supervivencia, el desarrollo y el crecimiento dependen de
circunstancias especiales, externas e internas. Muchas circunstancias externas
están predeterminadas y no son cambiables, por ej. una enfermedad hereditaria o
también consecuencias de acontecimientos y de culpa. Si la ayuda no toma en
cuenta estas circunstancias externas o las niega, la ayuda está condenada al
fracaso. Sucede lo mismo con los acontecimientos de orden interno, por ej. la
implicancia en el destino de otros en una familia y el amor ciego.
Para muchos
“ayudadores“ parece difícil soportar el destino del otro y lo quieren cambiar.
Pero no porque el otro lo necesita o lo quiere, sino porque ellos mismos lo
aguantan con dificultad. Cuando el otro permite la ayuda, no es porque lo
necesita, sino porque le quiere ayudar al “ayudador“. Entonces este ayudar se
convierte en tomar y el recibir ayuda, en dar.
El segundo
orden de la ayuda sería entonces, que se someta a las circunstancias y solo
interfiera apoyando, mientras éstas lo permitan. Esta ayuda es cuidadosa y
tiene fuerza.
El desorden
sería cuando la ayuda niega u oculta las circunstancias, en lugar de encararlas
junto con quien está solicitando la ayuda. Querer ayudar en contra de las
circunstancias debilita a ambas partes, al que ayuda y al que necesita la
ayuda.
El tercer orden de la ayuda
Muchas
personas que ayudan, p.ej. psicoterapeutas y trabajadores sociales, piensan que
deben ayudar como padres a sus hijos pequeños. También aquellos que solicitan ayuda, esperan recibir
la ayuda como de padres a sus hijos, y asimismo recibir posteriormente de sus
terapeutas, lo que aún esperan y exigen de sus padres.
Pero qué sucede
cuando los “ayudadores“ responden a estos deseos? Ellos comienzan una larga
relación con sus clientes, y se encontrarán en la misma situación que los
padres; paso a paso le tienen que poner límites al cliente.
Muchos “ayudadores“ quedan
atrapados en la transferencia y contra transferencia del hijo a los padres y de
esta manera obstaculizan la despedida de los padres, así como la de ellos
mismos. Solamente en situaciones donde el “ayudador“ lleva a cabo un movimiento
interrumpido puede ponerse en el lugar de uno de los padres.
El tercer
orden de la ayuda sería entonces que un “ayudador“ se enfrente a una persona
adulta, que busca ayuda de manera adulta, y que rechace ubicarse en la posición
de sus padres.
El desorden
aquí sería, permitirle a un adulto pedir ayuda como un niño, tratarlo como un
niño y decidir algo, por lo que él mismo debe tomar la responsabilidad y
encarar las consecuencias.
En este tercer
orden de la ayuda es donde más profundamente se diferencian las constelaciones
familiares o los movimientos del alma de la psicoterapia tradicional.
El cuarto orden de la ayuda
El “ayudador“
debe ver a la persona que pide ayuda como parte de un sistema. Solamente de
esta manera puede ver lo que necesita y a quién en la familia le debe algo. Así
también puede percibir quién en la familia necesita su respeto y su ayuda, y a
quién tiene que dirigirse el cliente, para reconocer y dar los pasos decisivos.
Es decir que
la empatía del “ayudador“ no tiene que ser personal, sino tiene que
ser sistémica. El “ayudador“ no
debe establecer una relación personal con el cliente.
El quinto orden de la ayuda
Las
constelaciones familiares unen lo que antes estaba en oposición. En este
sentido están al servicio de la reconciliación, especialmente de la
reconciliación con los padres.
Solo puede
estar al servicio de la reconciliación, quien puede dar en su propia alma un
lugar a aquello, que es conflictivo para el cliente o de lo que se queja y
lamenta. De esta manera el terapeuta se anticipa, a lo que el cliente aún tiene
que realizar.
El quinto
orden de la ayuda sería entonces el amor hacia cada persona, tal cual es, aún
cuando sea muy distinta. De esta manera le abro mi corazón y le doy un lugar.
Lo que se reconcilia dentro de mi corazón, también puede reconciliarse en el
sistema del cliente.
El desorden
sería la indiferencia y el juicio sobre otros. El que verdaderamente ayuda, no
juzga.
La percepción
A fin de poder
actuar de acuerdo con los órdenes de la ayuda, se necesita una percepción
especial. Es importante no querer aplicarlos de manera metódica y exacta. El
que trata de hacer esto, piensa, en lugar de percibir.
Con la
percepción me dirijo hacia una persona, sin querer algo en especial. Esta
percepción nace cuando estamos centrados, sin reflexiones, sin intenciones.
La ayuda que
nace de la percepción, por lo general es corta. Es concreta, muestra el próximo
paso, se retira rápidamente y permite al otro sentirse libre.
Es una ayuda como al pasar. Uno
se encuentra, se da una indicación, y cada uno sigue su camino. Se reconoce,
cuándo la ayuda está indicada y cuándo la ayuda daña, cuándo quita fuerzas en
lugar de dar apoyo y cuándo la ayuda está al servicio de aliviar la propia
necesidad en lugar de la necesidad del otro. Y es humilde.
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