Las
personas queremos mejorar la vida, ser más felices, resolver los problemas que
arrastramos. Muchas veces reclamamos a nuestros padres lo que no nos dieron o
nos dieron mal. Queremos desligarnos de ellos y de sus mandatos. Sentimos que
son los padres los que nos atan y no nos dejan crecer o madurar. Queremos vivir
la propia vida, con los propios valores, con las propias metas, y a decir
verdad, no hay nada que objetar. Esto es lo que hace una persona madura.
Decimos que queremos liberarnos de los padres. Pero ¿cómo puede uno liberarse
de sus padres?.-
Es como si
la manzana dijera:
“Me despido
del árbol apenas tenga la forma de la manzana, y me maduro sola. Busco un lugar
más lindo, más luminoso, más caluroso. Quiero estar mejor acompañada, quizás
con frutas exóticas, inteligentes, bellas, es decir con otros que me gusten
más. Seré una manzana muy especial,
independiente y orgullosa de mí misma. No necesito a mi árbol. El entorno me
brinda todo lo que me hace falta: el sol brilla y la lluvia cae sin que yo
tenga que hacer nada, recibo el agua que necesito, y el viento sopla quitando
las nubes y me secará para que no me pudra. ¿Para qué quedarme en la rama,
limitada?”
Pero - ¿qué es lo que va a echar de menos?
No va a tener
el alimento que le llega a través de las hojas, las ramas, el tronco, las
raíces y la tierra de su origen. No va a lograr crecer de la manera adecuada.
No va a tener su pleno sabor, ni ser
suculenta, ni va a lucir su color. No va
a ser la manzana de su árbol, que cae sola, plena y llena, para llegar a su
destino.
Bueno, puede ser que la manzana diga: estoy de
acuerdo y pago este precio por ser una manzana emancipada y especial y buscar mi propio camino.
Pero ¿hasta dónde llegará?
¿Ya vieron la semilla de una manzana que no maduró
en su árbol? Está pálida, apagada. No tiene fuerza, no tiene peso, no está
preparada para transmitir la vida. Y aunque la manzana haga un esfuerzo
tremendo, viajando a países lejanos, tomando el sol en las playas caribeñas,
buscando la lluvia pura de la selva y exponiéndose al viento limpio de las
altas montañas... la semilla queda débil y condenada a quedarse apenas con su
forma, y sin contenido.
¿Qué puede salir de una semilla así? Solamente puede
salir un arbolito flojito que no tiene la fuerza para producir manzanas
propias.-
Ahora bien, nosotros los seres humanos tenemos una
ventaja en comparación con la manzana: podemos volver a nuestro árbol,
colocarnos otra vez en nuestra rama y tomar todo lo que nos dan nuestras
raíces, el tronco, las ramas y las hojas, con todo lo bueno y con todo lo malo,
preparándonos para nuestro destino. De esta manera podemos partir llenos hacia
todo el mundo. También lejos de nuestros árboles, porque llevamos con nosotros
todo lo que recibimos de ellos. Así maduros, nos suelta el árbol y nosotros
también podemos soltarlo. Una vez
tomado todo, tampoco tenemos que
reclamar nada, porque ya lo hemos recibido todo y lo que nos falta todavía
podemos agregarlo luego, durante nuestra vida adulta. Pero en el caso de
nosotros los seres humanos esto no es todo. Nuestra alma sabe más que nuestra
razón y no aguanta la negación de nuestra fuente. En lo profundo somos fieles a
nuestros padres; buscamos una compensación o un castigo por haberlos negado, y
entonces sufrimos la misma enfermedad que la madre o nos hacemos alcohólicos
como el padre, para dar un ejemplo.-
Así que el movimiento tiene que ir al revés: no
alejándonos sino acercándonos a nuestro árbol; volviendo al lugar del primer
amor entre padres e hijos, ahí donde este amor fue grande, intacto e inocente;
honrando lo que nos fue dado, reconociendo e integrando todo, también aquello
que fue doloroso, duro y difícil y todo lo que nos faltó. De esta manera
podemos estar completos y vivir la vida que nos corresponde.-
Tiiu
Bolzmann
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